Cultura

La ética nómada de Kimsooja

  • La artista coreana despliega en el CAC el poder universal del arte frente a las particularidades excluyentes Las mitologías de Vázquez Ayala ¿Quién es 'Sam Wright'?

LA filósofa Amelia Valcárcel, especialmente preocupada por ese gran reto que suponen las religiones en el mundo contemporáneo y globalizado, advierte lo siguiente: si religión y forma de vida son la misma cosa, resultará imposible que tendamos hacia el uno… a no ser que trascendamos a otro nivel que denominemos ética, una ética compartida que -¡importante!- ha de ser deseada. Y alude a la Declaración Universal de Derechos Humanos, a su relativa juventud, y al hecho de que, como se sabe, no es admitida por todo el mundo. Hay que conformarse, pues, con ese espacio trascendente que nos propone la artista Kimsooja (Daegu, Corea del Sur, 1957) en obras como Lotus: Zone of Zero (2003), transformada específicamente para el CAC Málaga, que la presenta como pieza central de To Breathe-Zone of Zero, una exposición partida en dos mitades a las que un hilo de sonido permite su costura, y que, comisariada por Fernando Francés, permanecerá en cartel hasta el 8 de enero del año próximo. Los 708 farolillos con forma de flor de loto suspendidos en la sala central del CAC suponen, en especial y gracias al elemento sonoro de la instalación (cantos tibetanos, gregorianos e islámicos), una llamada hacia lo universalista, para combatir así esa idea que establece, en palabras de Valcárcel, la espantosa simetría donde el prójimo es exactamente quien comparte tu condición, no otro. Prescindiendo de la forma circular y mandálica, y adquiriendo una forma rectangular, la pieza sugiere la nave central de una iglesia donde las flores de loto, simbólicas en las creencias de origen índico, se abren por abajo con geometrías estrelladas que recuerdan el ornato islámico. La iconoclasia y la ausencia de luz a lo largo del recorrido inducen a un paseo peripatético en el que la propia obra reclama esa necesidad de universalidad. Análisis aparte merece la parte sónica de la propuesta de la coreana que, como decíamos al principio, sirve de puente invisible entre la instalación y la pieza audiovisual que puede verse en el Espacio 5. Probablemente, y con independencia de sus significados, la espiritualidad que música y canto poseen en sí estén muy presentes en la intencionalidad de la artista: el mantra reiterado sirve del lecho a la uniformidad vocal cristiana, y al recitado rítmico del almuédano.

Tal estado de beatitud se extiende, de este modo, al cuarto oscuro donde se proyecta To Breathe-The Flags (2012), obra concebida para los Juegos Olímpicos de Londres, hace cuatro años. La banda sonora externa no abarca la totalidad de los sistemas doctrinales existentes (tampoco las religiones desaparecidas en la noche de los tiempos), pero sí supone un interesante ejercicio de sincretismo a través de la práctica artística de una creadora que ha adoptado el nomadismo como forma de vida y cuyo desvelo por conceptos como la tolerancia y la solidaridad aparecen aquí. Sin esas estridencias y golpes de pecho que tanto acompañan patrioterismos histéricos, las banderas que Kimsooja -marcada, es obvio, por la dramática secesión de su país- asemejan velos, y se van superponiendo en un trabajo visual donde sorprende lo bien que casan, estéticamente, ciertos símbolos, escudos, lemas y colores, tan distantes geográfica, política y culturalmente. Cierto que la unidad no deja de ser una quimera, como apuntaba Valcárcel, indeseada si lo pensamos bien. Sin embargo, es en este desfile compuesto por banderas, de cadencia suave, ajeno a cualquier marcialidad o orgullo nacional, respetuoso con las identidades de los otros pueblos, aquel donde una quisiera incorporarse.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios