Crítica de Cine

La extraña que hay en mí

Podría presumir Ana de día de tener uno de los arranques más desconcertantes y visualmente sólidos en una cinta de debut. Del primer plano a los títulos de crédito, podemos disfrutar de tres, quizá cuatro, secuencias de buena interpretación, magnífica puesta en escena en interiores y un primer punto de giro, déclencheur de manual del buen cine. Tras ello, además, unos créditos de excelente gusto, homenaje incluido a los clásicos del cine de estudios, brindados sobre un plano-secuencia de Ana (hipnótica Ingrid García-Jonnson) desfondándose sobre una cinta de correr. La metáfora es tan evidente como funcional: el personaje lleva demasiado tiempo esforzándose para no llegar a ninguna parte.

Pero llegado este punto sigue una escena desconcertante. La solidez, la elipsis y el misterio se tornan en diálogo explicativo. Jaurrieta deja pasar una película inquietante, emparentada con Enemy o Los cronocrímenes, para pasarse a un plano-contraplano costumbrista casi televisivo. Podría uno cuestionarse si está viendo la misma película de antes de los títulos, y ciertamente no atreverse con la respuesta. Por desgracia, una tras otra, las escenas van pasando para confirmar el mal presagio: lejos de su atractivo comienzo, la irregularidad será la tónica de la ópera prima de Andrea Jaurrieta a la que no se puede negar que le gusta el (buen) cine, pero a la que se le podría achacar justamente que todo el (insisto, buen) cine que le gusta ha tratado de incluirlo en la misma película.

Bebe Jaurrieta de Lynch y Almodóvar, como lo hace de Hitchcock y Rosales (sí, la mezcla es tal cual), pero por desgracia para la cinta, esta montaña rusa de deudas e influencias concentra casi todas sus virtudes en la primera parte, tanto como incide en sus defectos durante la segunda.

Jaurrieta será, no cabe duda, una directora descaradamente interesante, pero Ana de día es todavía una cinta fallida que, como el personaje principal, quizá funcionaría con menos películas contenidas en sí misma. Tal vez, como Ana se justifica: "Hago esto porque nunca antes me había sentido tan valiente". Por momentos, quizá demasiado.

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