Cultura

Un homenaje que se hizo muy largo

Audiorio de la Diputación. Fecha: 1 de octubre. Cante: Antonio de Canillas, Antonia Contreras, Rocío Bazán, José Chamizo. Guitarra: Gabriel Cabrera, Chaparro de Málaga, Paco Javier Jimeno, Andrés Cansino. Baile: Sergio Aranda. Invitados: Panda de verdiales Primera de Comares.

El jueves tuvo lugar el primer festival de los cantes de Málaga organizado por la Diputación Provincial. A priori, al saber quiénes eran los artistas participantes, se adivinaba una magnífica velada flamenca. Lástima que el formato elegido haya resultado inadecuado, pues el espectáculo adquirió una monotonía que lo hizo largo y pesado.

El comienzo no pudo ser más brillante, con la panda Primera de Comares llenando de fiesta el auditorio, para dar paso a la guitarra y el cante. Tras una introducción bellísima que los cuatro guitarristas hicieron por toque abandolao, los cantaores toman asiento y empezaron a cantar en un sistema de rondas, cinco en total, que recorrieron los cantes vernáculos y algunos de los no vernáculos como la soleá de Juan Breva, la taranta del Cojo o los tangos de la Repompa, haciendo una larga parada en la malagueña. Y ahí estribó el problema: se dedican dos rondas a este palo, es decir, se cantaron ocho malagueñas seguidas, lo que rompió el dinamismo del espectáculo. Quizá se podría haber eliminado una ronda de malagueñas o haberlas alternado con los abandolaos. Además, se infiltró una malagueña de Chacón, lo que significa salirse de la madre trazada, pues ni Chacón era malagueño ni sus malagueñas eran autóctonas. Los cantaores estuvieron bien en líneas generales, a pesar de que el sistema de rondas jugó en su contra, pues les hizo estar fríos y me atrevería a decir que aburridos mientras esperaban su turno. De Antonio de Canillas, qué decir que no se haya dicho, que a sus recién cumplidos 80 años conserva una voz y potencia admirables, dando una lección de cante. Antonia Contreras sobresalió, cantando con arrojo los fandangos de la Jimena y la jabera, llorando el cante en las malagueñas y el polo. Rocío Bazán tiene una voz poderosa, pero tiende a ralentizarlo todo, lo que le hace parar a respirar allí donde no debe, rompiendo la melodía de los cantes, sobre todo en la malagueña y en los tangos. Chamizo estuvo correcto en los abandolaos, pero brilló en la dificilísima malagueña del Niño de Vélez. Los guitarristas se lucieron en las falsetas, destacando la elegancia de Chaparro y la fuerza de Jimeno.

Como colofón, Sergio Aranda montó unos Cantes del Piyayo geniales, haciendo gala de su virtuosismo con los pies, en una coreografía de marcado sabor antiguo, llena de donosura, sabiamente combinada con giros y poses tomadas de la danza clásica. Levantó al público de sus asientos. El fin de fiesta lo protagonizó la panda de verdiales, que de nuevo subió al escenario y puso fin al espectáculo.

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