Cultura

Sobre la influencia africana

Ciclo 'Flamenco en el Picasso, nombres propios'. Auditorio del Museo Picasso. Fecha: 4 de febrero. Conferenciante: Fernando Iwasaki. Baile: El Choro. Aforo: Lleno

La tercera jornada de Flamenco en el Picasso, nombres propios nos trajo una magnífica reflexión, planteada por Fernando Iwasaki. Partiendo de la intención de homenajear al bailaor y percusionista ya fallecido Manolo Soler, Iwasaki nos mostró, con la gran capacidad de comunicar que le caracteriza, una de las vías de investigación de este artista: la percusión con el cajón peruano, su introducción en el mundo flamenco por Paco de Lucía y las similitudes y diferencias con el cajón flamenco.

Asimismo, nos arroja luz acerca de la influencia que los ritmos africanos tuvieron en el flamenco a través de los esclavos que en Andalucía había en los siglos XVII y XVIII, lo que explicaría a su vez el parecido que el folclore hispanoamericano -que se nutrió en parte de la expresión popular de los esclavos africanos- tiene con el andaluz y, especialmente, con algunos palos flamencos. Todo ello documentado con audiciones, vídeos e incluso una demostración práctica del propio Iwasaki, que cumplieron su función ilustrativa ampliamente.

Después tuvo lugar el baile de Antonio Molina El Choro, joven onubense y uno de los discípulos predilectos de Manolo Soler. Acompañado por las voces de Jeromo Segura y Emilio Florido, y la guitarra de Juan Campallo, empezó por seguiriyas, algo rígido de cintura y brazos, aunque fuerte en los pies, pero con un resultado final frío, sin acabar de romper.

En el intermedio, Emilio Florido nos cantó muy bien por malagueñas de El Mellizo, mientras que Jeromo Segura abordó el remate por rondeñas, ralentizando y despojando el palo de la bravura que lo caracteriza. Y volvió El Choro, por alegrías, y esta vez sí que se encontró a gusto y se entregó al cien por cien. Nos hizo disfrutar con su virtuosismo en los pies, demostrando una alta calidad técnica absolutamente dominada, en la que se unen vertiginosa velocidad y asombrosas fuerza y precisión, y la capacidad de conseguir el pellizco con ellas. Además, la complicidad con su cuadro fue evidente, lo que contribuyó a cuajar una actuación redonda. El público le despidió en pie con un largo aplauso.

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