Cultura

Aquí mando yo

  • Loquillo vuelve a mostrar su dominio del escenario en el Castillo Sohail de Fuengirola

Confieso que un día de verano de hace más de dos décadas en Ibiza podría decir que conocí a Loquillo. Antes sólo había escuchado su música y sus historias de la vida, tan descarada y abiertamente contadas. Uno estaba estrenando lo que se dice la edad adulta a la vez que intentaba escabullirse un poco de las vacaciones muy familiares que todavía nos preparaban. Ciertamente me sorprendió que un rockero se llevara a su banda a ese antaño pequeño paraíso del que la música electrónica ya se había apoderado.

La curiosidad y la pasión por un estilo me trasladaron a un concierto en el que ni las avalanchas que se producían me movían de mi lugar, el del que estaba descubriendo a un artista que, sólo con su presencia, con un gesto o con una mirada, dirigía el cotarro a su antojo.

Era la época en la que los grandes conciertos en la Costa del Sol resultaban cotidianos. Marbella era un referente musical en el que asistí en directo a los espectáculos de Queen, Michael Jackson, Dire Straits, Simple Minds (con unos embriagadores Immaculate Fools como teloneros), entre otros, y en Madrid estuve ante el Boss, en primera fila. Cada uno de su padre y de su madre, es verdad, pero ni con Springsteen recuperé esas mismas sensaciones de las que antes hablaba. Quizás los punteos de Mark Knopfler con su guitarra plateada entonando Romeo and Juliet fueron los que me llevaron casi tan cerca. Seguro que con Freddie Mercury y los suyos disfruté de algo que calificaría de histórico, aunque el hormigueo que me recorre el cuerpo al volver a escuchar su música nunca ha llegado a ser el mismo que con el Loco.

Con el paso de los años y las ocupaciones uno se ha ido divorciando, con alguna recaída, de los conciertos que antes tanto gozó. Recientemente cuestiones laborales me impidieron ver las últimas dos presencias de José María Sanz en Málaga, diría que totalmente antagónicas ya desde los escenarios elegidos, pero en los que la conclusión de su puesta en escena tras leer las crónicas era la misma: aquí sigo mandando yo. Así que no podía perdérmelo una vez más.

Bien acompañado, como es casi deber, acudí al Castillo Sohail de Fuengirola, su única actuación en Andalucía mientras prepara el nuevo disco. La arrogancia, chulería y descaro de Loquillo siguen resultando cautivadores, para nada ofensivos. Hasta edificantes por el paso de los años. Es aún más desafiante si cabe en sus gestos y sus miradas. Entona la misma música que lleva ofreciéndonos durante más de 30 años, con un toque más romántico, algunas melodías más suaves, en los temas más recientes. Bien distribuido su amplio repertorio, no lo pararon ni los problemas de sonido del micrófono. Hay tablas hasta para repetir uno de sus himnos más sagrados cuando se arregló el dichoso aparatito.

Entrelazó presente, con pasado y futuro, con una pieza inédita que saldrá a la luz en breve y que cantó con folio en mano con la elegancia y la sonrisa provocadora que le caracterizan. Y, como no podía ser de otra manera, la conclusión que te deja verle de nuevo en directo vuelve a coincidir: aquí mando yo.

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