Cultura

La máquina: pensar, tal vez sentir

  • El catedrático de Ciencia de la Computación de la UMA Francisco Vico resuelve las incógnitas respecto a lo que cabe esperar del desarrollo de la inteligencia artificial y la ingeniería robótica en los próximos años

La noticia corrió como la pólvora hace un par de años: el programa AlphaGo, creado por la empresa de inteligencia artificial Deep Mind (adquirida por Google en 2014), derrotó al campeón mundial de go (juego de mesa inventado en China hace 2.500 años, cuya complejidad estratégica supera con mucho a la del ajedrez), el surcoreano Lee Sedol. El episodio recordó a la derrota que sufrió el ajedrecista Gary Kasparov en 1997 ante el computador de IBM Deep Blue, con un añadido notable: hasta entonces, la previsión necesaria para jugar al go, ligada a una intuición preclara y muy difícil de programar, parecía una cualidad intrínsecamente humana. AlphaGo necesitó treinta millones de partidas para derrotar a Sedol, en las que logró consolidar, con éxito, la más amplia gama posible de intuiciones. Pero la verdadera bomba estalló en octubre del año pasado: Deep Mind presentó una versión mejorada de su programa, el AlphaGo Zero, que venció a AlphaGo tras un entrenamiento de sólo 4,9 millones de partidas. La diferencia es que AlphaGo Zero no necesitó incorporar estrategias humanas: desarrolló las suyas propias en un verdadero proceso de autoaprendizaje. El vértigo ante un mundo en que las máquinas sean capaces de mejorarse a sí mismas sin la intervención del hombre encontró así su razón de ser hace sólo seis meses, y ahí seguimos. Ciertos informes publicados en las últimas semanas alertan de la posible desaparición del 40% de los puestos de trabajo actuales en el primer mundo en sólo una década a cuenta del desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica. Así que la pregunta se formula sola: ¿Qué cabe esperar, ante tales alarmas, de la evolución de las máquinas en un contexto inmediato?

A semejante cuestión dedicó el pasado viernes su conferencia dentro de los Encuentros con la Ciencia (en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés) toda una autoridad en la materia: el doctor Francisco Vico, catedrático de Ciencia de la Computación en la Universidad de Málaga y director del Instituto Andaluz de Procesado de Imagen, brindó su ponencia bajo el título Mostrando a las máquinas el camino a la inteligencia y antes compartió algunas claves maestras con Málaga Hoy. Conviene apuntar, de entrada, que Vico ha abierto algunas puertas asombrosas en el ámbito de la biomimética: en su momento formó en la misma UMA un grupo pionero de investigación que se ha adjudicado tantos como la programación del Iamus, un computador capaz de componer música sinfónica a través de estrategias evolutivas que alcanzó un notable impacto internacional tras su presentación en 2012. Para nuestro hombre, asuntos como los apocalípticos anuncios de pérdida de empleos por culpa de las máquinas "tienen que ver más con las modas. De esto se viene hablando desde hace muchos años y de forma periódica asistimos a vaticinios de este tipo. Lo único que sabemos es que el desarrollo del procesamiento de datos ha abierto un campo extraordinariamente abierto en el que todo es posible. Es cierto que se dan cambios profundos: en China, por ejemplo, las transacciones en metálico han desaparecido de la actividad comercial porque la implantación de los sistemas de datos que permiten los pagos sin moneda ha sido muy fuerte. Todo apunta a que otros muchos cambios así se sucederán en los próximos años, pero, en todo caso, no podemos hablar de una evolución en línea recta. No podemos predecir exactamente lo que va a suceder".

La computación imita a la naturaleza, al modo en que la evolución biológica soluciona los problemas"

Eso sí, ante el crecimiento gigantesco de buscadores como Google y sus implicaciones en la inteligencia artificial, Vico introduce un matiz de escepticismo: "Los algoritmos que empleamos hoy día son los mismos con los que venimos trabajamos desde hace ya bastantes años, y son los mismos que emplea Google. Digamos que no hay en este sentido nada muy revolucionario; muy al contrario, hablamos de términos obsoletos. El gran acierto de la compañía consistió en aplicar estos algoritmos a miles de equipos de forma simultánea con un propósito bien claro: vender publicidad. Y le salió bien. Lo mismo pasó con Facebook: ahora, todo pasa por llevar un procesador de datos de gran capacidad en el bolsillo. Pero el proceso sigue siendo el mismo".

Respecto a la mímesis de la inteligencia humana en sistemas computacionales, Vico explica que las personas "funcionamos en lo relativo a la capacidad cerebral un poco por el procedimiento de acoso y derribo. El ejemplo más claro es el lenguaje humano: se trata del elemento que más cuesta reproducir a los ordenadores, sencillamente porque en lo que a estructura formal se refiere es un verdadero desastre. Se parece a una carretera llena de baches. Por eso los ordenadores lo entienden muy mal, no como el lenguaje computacional, que es mucho menos accidentado. ¿Qué hacemos entonces? Trabajar para que los ordenadores aprendan como aprenden los niños. Y lo que aprenden éstos no son tanto las normas comunes sino las excepciones a las mismas. De un niño decimos que ha aprendido cuando es capaz de aplicar en diversas situaciones un montón de reglas pequeñas que se salen del aprendizaje general. Igual que cuando conducimos. Pues bien, así trabaja la inteligencia artificial, generando datos que le permiten aprender por sí misma y sacar partido de sus propias experiencias". Sobre la posibilidad de que un sistema de computación de datos capaz de crecer de manera autónoma pueda desarrollar una inteligencia no humana (a riesgo de incurrir en la ciencia-ficción), Vico se muestra pragmático: "Hablaríamos entonces de algoritmos abiertos. Podría ser. Tal vez podría aparecer una manera distinta de razonar. Pero sospecho que no, que prevalecerá una imitación de la inteligencia humana aunque sea desde otro sustrato".

Apunta el investigador, sin embargo, que el quid de la cuestión no está en "copiar la inteligencia humana, sino en solucionar problemas. En que nosotros pongamos el problema y la inteligencia artificial ponga las soluciones". Y lo cierto es que el orden biológico que reproduce la mímesis artificial no es necesariamente humano: "Nuestro enfoque no es neuromórfico, sino evolutivo. No atendemos a la estructura cerebral, sino a la evolución de las especies. Porque es ahí donde se da la verdadera solución a los problemas. Nosotros observamos cómo una rana de Sudamérica soluciona sus problemas de adaptación al medio a través de la evolución y aplicamos justamente eso al desarrollo computacional. Imitamos descaradamente a la naturaleza". Corresponde apuntar que la evolución biológica sigue determinadas leyes pero, sin embargo, lo imprevisto (sobre todo en la injerencia ambiental) representa un papel fundamental; y Vico responde: "En la computación, lo imprevisto tiene que ver con el trabajo del científico. Con aquello de que la inspiración nos pille trabajando. Somos personas y, como tales, estamos sometidos a accidentes inesperados". Recuerda el doctor en este sentido que James D. Watson contó en La doble hélice cómo el descubrimiento de la estructura molecular del ADN "parecía estar siempre a la vuelta de la esquina, aunque no pudieron confirmarlo hasta que pusieron todas y cada una de las posibilidades encima de la mesa".

Preguntado por el sector donde cabe esperar una mayor aplicación de la robótica a corto plazo (resulta significativo el protagonismo de robots y drones en la reciente edición del Mobile World Congress de Barcelona), Vico señala sin dudarlo al automovilístico: "La tecnología que necesitan los coches automáticos ya está más que desarrollada, pero hay serios obstáculos legales a la hora de poner un camión sin conductor en una autopista, por más que hablemos de dispositivos que no necesitan descansar y cuyo riesgo de sufrir un accidente es exponencialmente inferior al de la conducción humana. También hay que tener en cuenta que los sindicatos del sector son muy poderosos. Pero la conducción automática llegará pronto". De vuelta a la inteligencia artificial, Vico asume el camino abierto tras Iamus: "Lo mejor de todo, más allá del impacto mediático, fue el modo en que nos obligó a hacernos preguntas. Conozco a músicos que dejaron de escuchar a Iamus porque el hecho de que les gustara una música compuesta por un ordenador, sin alma, les daba miedo". El vértigo perdura.

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