Cultura

El mayor espectáculo zombi del mundo

Ciencia-ficción, Estados Unidos, 2013. 115 min. Dirección: Marc Forster. Guion: Matthew Michael Carnahan. Música: Marco Beltrami. Intérpretes: Brad Pitt, Mireille Enos , Eric West, Matthew Fox, James Badge Dale, David Morse, David Andrews. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Rosaleda, Plaza Mayor, La Verónica, Al-ándalus, Alfil, Miramar, La Cañada, Gran Marbella, Plaza del Mar, Rincón de la Victoria, Ronda, El Ingenio.

El primer ataque de los zombis, irrumpiendo por miles y por sorpresa en una atestada calle de Nueva York en hora punta. El asalto de los no muertos -por miles, por cientos de miles- a las altas murallas de Jerusalén, trepando por altas torres formadas por sus propios cuerpos apilados y pisoteados en una ciega y frenética carrera que no tiene otro objeto que devorar y contaminar. O esas mismas torres humanas elevadas por la acumulación de miles de cuerpos pisoteados alcanzando los helicópteros. Ëstas secuencias, y alguna más que no quiero adelantar para no desvelar otras situaciones, hacen de Guerra mundial Z el colosal de los zombis: nunca tantos han atacado a la vez a lo largo y ancho de todo el mundo, paseando sus cuerpos putrefactos por Nueva York, París, Jerusalén, Sri Lanka, Cardiff o Venecia. Todos los colosales históricos y bíblicos que han movido masas en escenas de guerra o desesperación -desde Metrópolis a Zulú pasando por Los diez mandamientos- están de alguna forma presentes en las espectaculares secuencias de ataque y pánico portentosamente rodadas, sin que cante la gallina digital, insertando oportunamente planos detalle en las panorámicas que llenan la pantalla de cuerpos hasta que no quepa ni un alfiler.

Junto a estas escenas más que espectaculares se agradecen el buen tratamiento de los personajes, la buena dirección de actores, la elegancia -que no se esfuma, ojo, cuando se salta a lo espectacular y masivo- de las excelentes buenas maneras cinematográficas que Marc Forster no pierde al enfrentarse a un coloso tan caro y técnicamente aparatoso. El acierto primero de esta película, en cuya producción interviene Brad Pitt, radica en la elección de Forster como su director. Este artesano de primer nivel tiene una extraordinaria capacidad de adaptación a los muy diferentes géneros, que aborda con esa mezcla de buen oficio y pulcra convicción en la historia que cuenta que tenían los directores de género en la era de los estudios. Forster ha transitado con éxito por el drama íntimo (Un grito en la noche), el drama humano y social extremo (Monster's ball), la biografía ensoñadoramente victoriana (Descubriendo Nunca Jamás), el thriller (En tránsito), el sofisticado juego metaliterario (Más extraño que la ficción), el melodrama testimonial (Cometas en el cielo) o el pos-bondismo de la era Craig (Quantum of Solace). La suya parece, más que el ponerse al servicio corsario de la industria, el gusto por el desafío de tratar géneros opuestos dejando en todos ellos la marca personal de su elegancia estilística.

El buen guión está basado en una novela, al parecer absorbente, de Max Brooks, un tipo que me cae bien sin haberlo leído: es hijo de mis viejos y muy queridos amigos (a los que he tratado solo en los cines, naturalmente) Anne Bancroft y Mel Brooks. La dificultad de convertir en un guión un relato coral que se desarrolla a la vez en varias partes del mundo torturó a los guionistas, hizo conflictivo el rodaje y obligó a efectuar cambios sobre la marcha buscando la inteligibilidad y el espectáculo que garantizaran los beneficios tras la cuantiosísima inversión, pero sin sacrificar la originalidad y el estilo. Se logró. Por mérito de Forster, antes que nada. Logrando lo que parecía imposible: una visualmente sorprendente y espectacular, a la vez que elegante, superproducción de zombis llevada al terreno que parecía quemado por sobreexplotación del colosal apocalíptico.

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