Cultura

Para mayor pobreza del paisaje sonoro

Los proyectos desarrollados a largo plazo parecen truncarse con mayor violencia cuando las cifras últimas no son redondas. Este mes de enero de 2014 debía celebrarse la vigésima edición del Ciclo de Música Contemporánea de la Orquesta Filarmónica de Málaga, pero la historia, el destino, la mala suerte, la crisis y otras circunstancias se han confabulado para que el invento quede, por ahora, en 19 citas. De este modo, el presente mes es el primero en veinte años en que la ciudad pierde este ciclo, una verdadera oportunidad para los melómanos menos complacientes a la hora de encontrarse con las corrientes musicales del siglo XX y de disfrutar de obras y compositores habitualmente retirados de los programas sinfónicos y camerísticos ad hoc. La consecuencia directa de que este año ya no se celebre el ciclo (para el que no hay actualmente esperanzas ni intenciones de recuperación) es que Málaga empobrece radicalmente su paisaje sonoro. Aquellas sesiones, celebradas en sus comienzos en la Sala (entonces Antiguo Conservatorio) María Cristina, luego en el Teatro Cánovas y en los últimos años también en el Auditorio del Museo Picasso, congregaban a un público selecto, que fue creciendo muy despacio pero con suficientes garantías de fidelidad, en torno a la obra de los mayores genios del siglo XX (tuvieron su protagonismo desde pioneros como Schoenberg, Messiaen, Richard Strauss, Prokofiev y Stravinsky hasta apóstoles más recientes como Arvo Pärt y Steve Reich) y con una especial atención a los compositores españoles más influyentes. La misma Orquesta Filarmónica de Málaga era un agente fijo en los programas, si bien participaron también agrupaciones clave como el Grupo Enigma, el Octeto Ibérico, la Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza, la Camerata del Prado y el Cuarteto Quiroga entre otras formaciones de gran calibre. Ciertamente, lo perdido es mucho: aquel cultivo de un público más abierto y menos prejuicioso no tendrá continuidad; y todo sonará, inevitablemente, a lo mismo.

El ciclo se organizó en sus primeras siete ediciones en una semana, aunque a partir de la octava amplió su formato hasta la celebración de tres conciertos semanales durante veinte días. Cada una de las ediciones estuvo dedicada a un compositor español emblemático como protagonista de los repertorios, lo que propició la venida a Málaga de luminarias como Leonardo Balada, Tomás Marco, Luis de Pablo, Antón García-Abril, José García Román, José Luis Turina y Jesús Villa-Rojo entre otros, además de la formalización de homenajes a maestros como Xavier Montsalvatge y Federico Mompou. La Orquesta Filarmónica grabó y editó además cada año una selección de obras de cada autor reconocido en cuestión, hasta conformar una colección de discos que revela como pocos proyectos similares cuanto ha dado de sí la música contemporánea en España en estos veinte años.

Quien ha sido el último coordinador del ciclo, Fernando Anaya, recuerda la decimoctava edición, acontecida en 2012 y en la que se rindió tributo a Leonardo Balada, como una de las más importantes del certamen. Aunque aquel año se celebraron conciertos en el Teatro Cánovas y la Sala María Cristina, "la decisión de incorporar al ciclo el Auditorio del Museo Picasso como sede se tradujo en un mayor interés por parte del público, por su ubicación y por la visibilidad que confirió a las actividades. A nivel artístico, además, las actuaciones gozaron de una valoración muy positiva por parte de la crítica". En aquella edición, en la que participaron agrupaciones como el Trío Arriaga, el Cuarteto Szymanowski y el Ensemble Neoars Sonora, y en la que también se celebraron diversas propuestas formativas y conferencias, parecía que la consolidación de un público afín a la música contemporánea en Málaga estaba al alcance de la mano. Pero, a su término, Unicaja retiró su apoyo económico, la Orquesta Filarmónica sufrió un abultado recorte presupuestario y la siguiente edición, celebrada el año pasado, se redujo a sólo cuatro conciertos; no obstante, la cita incluyó algunas iniciativas muy interesantes, con un programa dedicado a mujeres compositores poco conocidas y con la interpretación de las obras del computador compositor Iamus, creado por la Universidad de Málaga, a cargo de la OFM.

De este modo, el único escaparate para la música contemporánea con el que cuenta la ciudad es el ciclo que organiza el Conservatorio Superior de Málaga y que, si no hay sorpresas, debería celebrar su próxima edición (la decimocuarta) en el mes de abril. El hueco es grande. Y el oído, más triste.

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