Cultura

Los motivos del provocador

  • El CAC acoge la primera exposición individual en España del italiano Maurizio Cattelan, con ocho obras de la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo

A Maurizio Cattelan (Padua, 1960) le persigue la etiqueta provocador desde que expusiera una escultura que representaba a Juan Pablo II acribillado por un meteorito (La Nona Ora, 1999) y otra que prefiguraba a un Hitler de rodillas y mirando a la pared, como un niño castigado (Him, 2001). Es cierto que el término provocación ha quedado denostado, desfigurado, vaciado de contenido y condenado a la gratuidad, especialmente en el arte contemporáneo; pero también lo es que si se considera el verbo provocar en su acepción más transitiva, todavía, a estas alturas, conviene detenerse un momento para comprender de qué estamos hablando. El CAC inauguró ayer la primera exposición individual de Cattelan en España, una suerte de retrospectiva de ocho obras procedentes de la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo que podrán verse hasta el 4 de enero; y la presidenta de la misma, Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, insistió en definir a Cattelan como "un provocador, en la medida en que lo que pretende es que después de haber visto sus obras hagamos una reflexión sobre asuntos muy concretos". El mismo artista afirmó en su momento a la hora de describir su trabajo lo siguiente: "Hay ocasiones en las que siendo escandaloso o provocador se puede ayudar a llamar la atención sobre problemas de mayor calado". Para comprobar la calidad y actualidad de esta sentencia, lo mejor será ir al CAC.

No es Maurizio Cattelan un creador de una producción excesiva, que digamos: la misma se reduce a 128 obras, que se expusieron en una muestra de carácter absoluto titulada All en el Guggenheim de Nueva York, colgadas en una fabulosa columna, hace tres años. Después de aquel órdago, Cattelan decidió retirarse del oficio (ayer no acudió a la inauguración del CAC) para concentrarse en la edición de su revista Toilet Paper Magazine y el comisariado de exhibiciones, a caballo entre Nueva York e Italia. Pero, en todo caso, su trabajo deriva de una mirada directa a su tiempo, concretada en una galería de, si se quiere, momentos decisivos. Tal y como explicó al respecto ayer el director del CAC y comisario de la muestra, Fernando Francés, "la retirada de Cattelan también puede entenderse como un juego artístico, como un ready made para el siglo XXI. Él ha sido un creador que ha intentado ir por delante del mundo y de sus acontecimientos, y que tal vez ha entendido que el mejor modo de mantener este compromiso era bajándose del mismo mundo, aunque sea en lo artístico". Sandretto Re Rebaudengo insistía: "Todas estas obras hablan de mi país".

De modo que las ocho obras aquí reunidas presentan correlatos con la realidad en su versión más áspera. A principios de los 90, cuando la inmigración pasó a constituir una de las preocupaciones más urgentes de una opinión pública azuzada por la extrema derecha, Cattelan realizó una performance en una galería de Bolonia: un equipo de fútbol profesional entabló una partida en un futbolín gigante con un grupo de inmigrantes norteafricanos; y de aquel encuentro puede verse en el CAC una fotografía titulada Cesena 47 - AC Sud 12. Una de las obras más espeluznantes y rabiosamente conceptuales se titula Nana (Lullaby, 1994); consiste en un saco enorme de escombros, y Patrizia Sandretto Re Rebaudengo explica su sentido: "En 1993, la mafia cometió un brutal atentado en Milán: hizo volar un edificio entero y mató a tres personas. Cattelan acudió al lugar de los hechos, recogió los escombros que pudo de la calle y los metió en esta mochila". Junto a la misma se expone otra obra, asociada a la anterior, titulada Catttelan (1994) y con una luz de neón que reproduce el nombre del artista así, con tres T, a la manera de tres cruces "por cada uno de los tres muertos".

Otra de las obras de la exposición más polémicas y que más rechazos ha encontrado entre los galeristas italianos es Christmas'95: en ella, otro haz de neón representa a la famosa estrella de Belén, pero con una estrella de cinco puntas en su centro y las letras B y R a sus pies, anagrama representativo de las Brigadas Rojas, cuyos crímenes pusieron en jaque a Italia; Cattelan indaga entre los vínculos entre el poder económico y el terrorismo sin demasiado miedo a agrandar la herida. I Bel Paese (1995) es un tapiz que recrea el logotipo de una marca de quesos y que, según Sandretto Re Rebaudengo, "simboliza lo que Berlusconi hizo de Italia: un país de diseño para ser pisado". Bidibidobidiboo (1996), una de las piezas más tremendas y autobiográficas, escenifica el suicidio de una ardilla en una cocina, y en la impactante escultura La Rivoluzione siamo noi (2000) aparece el propio Catellan con un traje de fieltro y colgado de una percha. Finalmente, Untitled presenta una mano con todos los dedos mutilados salvo el corazón, con el gesto de la peseta (una versión de 14 metros se expuso junto al edificio de la Bolsa en Milán en 2010). Como afirmó ayer Francés, el arte conceptual también puede ser desacralizado. Ahora, que cada cual soporte el impacto como pueda. Aquí hay meteoritos.

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