Cultura

Una muestra retrata las tradiciones nupciales del siglo XIX

  • 'Blancas y radiantes' se exhibe en el Museo del Patrimonio Municipal hasta el 15 de junio

El paso del dominio paterno al conyugal en la mujer de hace dos siglos se iniciaba con el cortejo. Y por este mismo apartado comienza el recorrido de la exposición Blancas y radiantes, una selección de pinturas, documentos e indumentarias sobre los usos amorosos y tradiciones nupciales del XIX. La muestra se podrá visitar hasta el 15 de junio en el Museo del Patrimonio Municipal.

La obra La conversación de Pierre Ribera refleja el cortejo. En esta composición se escenifica el noviazgo y los recursos del coqueteo o ritual de seducción. Fue en esta época cuando se inventaron lenguajes crípticos para que hombres y mujeres pudieran comunicarse con libertad. La exposición cuenta con dos piezas de singular interés para ilustrar este proceso: un carné de baile y un abanico del último tercio del siglo XIX.

El siguiente paso era la boda. A partir de dos cuadros de Álvarez Catalá, Boda de la princesa Borghese y La gran boda y Votos de matrimonio de Luque Rosello (Col. Peñarroya) la exposición recrea el rito de la ceremonia según las costumbres de las diferentes clases sociales: aristocracia, burguesía y pueblo. Junto a la imagen pictórica, la boda y su ritual se escenifican mediante la indumentaria. Como ejemplo puede contemplarse un traje de novia de 1888 (Col. F. Zambrana).

El velo, medias, zapatos, guantes, pololos, camisas, no eran más que prendas que obligatoriamente usaba la mujer para permanecer permanentemente envueltas, como un gran regalo para el varón. Se incorporan a la exposición otros elementos significativos del ajuar de la novia, procedentes de la colección de indumentarias históricas de Francisco Zambrana y de los ajuares personales de la familia Quiles Faz.

Por último, el tercer apartado se ha dedicado al tercer acto del rito: la agregación, al que se le ha dado un giro para exponer el proceso de liberación que se produce en el universo femenino a partir del último tercio del XIX. En la sala se cuelgan retratos de las mujeres que tuvieron la valentía de mirar de frente.

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