Cultura

La nostalgia ya no es lo que era

Intriga, España, 2012, 131 minutos. Dirección: José Luis Garci. Guión: J. L. G. y Eduardo Torres Dulce. Intérpretes: Gary Piquer, José Luis García Pérez, Leticia Dolera, Víctor Clavijo, Carlos Hipólito, Manuela Velasco, Enrique Villén, Belén López, Macarena Gómez, Jorge Roelas, José Corbacho. Música: Pablo Cervantes. Fotografía: Javier Palacios. Cines: Alameda, Vialia.

Garci me cae bien. Estoy seguro de que me lo pasaría estupendamente hablando con él de viejas películas, con unas cuantas tazas de café y un cenicero lleno de por medio. Pero pocas veces lo he logrado en una sala de cine. Tal vez sólo, hace muchos años, con Asignatura pendiente y Solos en la Madrugada, que por cautela no he querido volver a ver; y más recientemente con El abuelo y Canción de cuna.

Lo hacen simpático su testarudez contracorriente y su soledad en el panorama cinematográfico oficial español. Pero sus limitaciones suelen convertir en defectos estas virtudes. En sus últimos años -desde 1994, con la etapa iniciada por Canción de cuna- ha intentado lograr lo que hicieron -por poner ejemplos de realizadores y tiempos distintos- Peter Bogdanovich con Luna de papel, Martin Scorsese con New York, New York, David Mamet con El caso Winslow o Michel Hazanavicius con The Artist: rodar con el vocabulario o el estilo del cine clásico como si el tiempo no hubiera pasado. Hay incluso un ejemplo aún más próximo a las intenciones de esta última película de Garci: La vida privada de Sherlock Holmes de Wilder, recreación cordialmente irónica y en el fondo muy sentimental de los personajes de Conan Doyle y de las atmósferas victorianas, magistralmente recreadas por el maestro de la escenografía del cine clásico francés Alexander Trauner (que también realizó los decorados para Irma la dulce y Fedora): una muestra perfecta del inteligente sentimentalismo fílmico del último Wilder, que recurrió a otro maestro de la escenografía clásica -Henry Bumstead, el autor de los decorados de Vértigo- para la Primera Plana que revisaba la obra de Ben Hecht y Charles MacArthur que había sido ya filmada por Lewis Milestone en 1931 y por Howard Hawks en 1940. Nostalgia creativa de gran clase oficiada por un genio.

Pero Garci no es Wilder, Madrid no es Hollywood ni Londres y nuestros presupuestos son lo que son. Traerse a Holmes y Watson al Madrid de Galdós y Albéniz siguiendo la pista de Jack el Destripador exige más creatividad y más presupuesto. Por lo demás tampoco la idea es tan original. Además de con Freud, Marx, Arsenio Lupin, Bertrand Russell u Oscar Wilde, Holmes ya había sido emparejado con Jack el destripador en La última aventura de Sherlock Holmes de Michael Dibdin, llevada al cine en 1965 por James Hill con el título de Un estudio de terror.

Recreación acartonada, dirección de actores artificiosamente teatral, parlamentos tan largos como retóricos, carencia de sentido del ritmo y de la ironía: Garci puro. Se le toma o se le deja. Los intentos de vincular las corruptelas y chapuzas nacionales con la actualidad tienen cierto interés paródico. Un gusto más amargo en la recreación nostálgica parece apuntar a un Garci cansado de nadar contracorriente sin siquiera conseguir los laureles del héroe o la palma del mártir. El cameo de Ruiz-Gallardón es una anécdota un tanto surreal. Chencho Arias es un habitual del universo de Garci que, junto a Torres Dulce -coguionista- y al director mantiene unas amables y entretenidas tertulias de cine dentro o fuera de los platós. Lástima que no hayan logrado trasladar estos valores a la pantalla.

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