Ítaca

Una novela política

  • Anagrama publica la anunciada como última entrega literaria de Paul Auster, una reflexión a modo de laberinto sobre las consecuencias en EEUU del Gobierno de Bush

Parece que el ejercicio literario viene dependiendo en los últimos años de un buen titular, o más bien de un titular definitivo. Buena parte de la crítica estadounidense ha definido Un hombre en la oscuridad como "la mejor novela de Paul Auster", y a su vez, el propio autor anunció que ésta es su última novela, aunque no dejó claro a qué piensa dedicarse a partir de ahora (lo del cine tampoco parece haberle cautivado tanto como para una consagración absoluta). El caso es que, posiblemente, la obra en cuestión no es ni una cosa ni la otra, aunque, de entrada, hará las delicias de los incondicionales de Auster, que son legión: en ella se repiten el ritmo sosegado, la puesta en juego de un lenguaje elaborado aunque aparentemente sintético y un desarrollo intertextual con varios planos narrativos, ingredientes imprescindibles para que el de Nueva Jersey siga siendo el adalid de la escritura contemporánea que, sin duda, es.

Un hombre en la oscuridad es, en esencia, una novela política desplegada, a su vez, en dos novelas. El protagonista, August Brill, un anciano que se recupera de un accidente de coche en su casa, junto a su hija divorciada y una nieta desgraciada que procura curarse de la muerte de su novio a base de empachos de películas clásicas en DVD, afronta una noche de insomnio. Para evadirse del dolor que le produce su propia historia, decide inventar otra, y aquí arranca la segunda novela: en ella, el mago Owen Brink despierta en el fondo de un pozo y al salir es informado de que Estados Unidos atraviesa una guerra civil en pleno 2007, bajo el Gobierno de George W. Bush. Para su asombro, ni las Torres Gemelas han caído ni Iraq ha sido invadido, pero Nueva York inició una guerra de secesión a la que han ido sumándose diversos estados frente al centralismo federalista. En realidad, aunque juega a la dicotomía entre la literatura íntima y la historicista (separación básica en las teorías censoras, especialmente estalinistas), Auster termina dirigiendo ambos cauces a un territorio político, que propone una disección de una sociedad norteamericana agotada y aterrada después de ocho años del imperio Bush. Aunque se producen logros abundantes, como la descripción del sentimiento de culpabilidad entre quienes se niegan a tomar las armas, se echa de menos una mayor valentía a la hora de asomarse a los extremos. ¿Otra vez será?

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