Patrimonio La resolución de una deuda histórica

La nueva piel de la Catedral

  • El primer templo de la ciudad luce ya su ansiada cubierta, que acabará con las filtraciones de agua y los problemas de humedad y que ha sido construida con una inversión pública de casi 1,7 millones de euros

Aunque Málaga sea la ciudad de los proyectos interminables, algunos, de vez en cuando, terminan. El que se presentó ayer en la Catedral quedaba pendiente nada menos que desde 1768, cuando se paralizó la construcción del edificio: la nueva cubierta que terminará con las filtraciones de agua y los problemas de condensación de humedad que tantos estragos han hecho, con numerosos episodios lamentables sólo en los últimos años, ya es una realidad. El camino no ha resultado sencillo merced a retrasos en los plazos y desencuentros institucionales, pero la solución que pedía a gritos uno de los más significativos estandartes del patrimonio malagueño se ha materializado al fin. La cubierta ideada por el arquitecto gaditano Juan José Jiménez Mata, que en 2004 ganó el concurso de ideas convocado por la Junta de Andalucía, luce ya flamante aunque la apariencia externa del templo apenas se ha visto transformada. La quinta fachada que temían el Obispado y muchos malagueños finalmente no se ha producido, pero los trabajos, si bien felizmente resueltos, han sido dignos de ciertos episodios del Antiguo Testamento.

La presentación de la nueva instalación contó ayer con la presencia de la consejera de Cultura, Rosa Torres; el alcalde, Francisco de la Torre; el obispo, Jesús Alcalá; y el antecesor de éste, Antonio Dorado, además de una ingente nómina de representantes políticos y de la diócesis que de alguna manera u otra han estado ligados al proyecto. Para la culminación del mismo ha sido necesaria una inversión de casi 1'7 millones de euros, aportados en un 41% (679.000 euros) por la Junta de Andalucía, en un 38% (639.000 euros) por el Ministerio de Cultura y en un 20% (unos 329.000 euros) por el Obispado, cuya participación fue asumida por el Ayuntamiento por petición de la diócesis malagueña.

El mismo Jiménez Mata explicó ayer durante la presentación que la Catedral presentaba "una falta de impermeabilidad causada por numerosas grietas, sobre todo entre la parte más antigua de la girola y el crucero y la nueva de las naves centrales". Igualmente, había "un problema de aislamiento térmico en las bóvedas que producía condensaciones", que a su vez daban lugar a "colonias de mohos que ocasionaban un oscurecimiento de las bóvedas que afeaba y deterioraba enormemente la piedra". La solución finalmente aplicada, que sigue el modelo tradicional de cubierta catalana, es "una segunda hoja de cubierta, alzada a unos 50 centímetros de la original, con una geometría muy parecida para que la imagen general de la Catedral no se perdiera, y con una cámara de ventilación entre una hoja y otra". Cada bóveda tiene una lámina de plomo, "que es el sistema más noble de impermeabilización de edificios", y está terminada con un baldosín cerámico "para que la imagen de la Catedral no varíe sustancialmente".

Antes de esta actuación, las aguas de lluvia "corrían de cualquier manera e iban a rincones donde no se ventilaban y se producían encharcamientos"; para evitarlo se han construido "canalones que les dan recorrido y acaban en los puntos de salida antiguos". También se han repuesto los casetones sobre las bóvedas principales, con unos elementos cilíndricos revestidos de cobre, y los cuatro pabellones sobre los cubos de crucero, que ahora son de madera laminada y están recubiertos con una chapa de cobre. A pesar de que en su día el Obispado se decantó por una solución similar a la que en 1764 había apuntado el arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, y que también en 2004 la Academia de Bellas Artes de San Fernando recuperó al proponer una estructura metálica superpuesta que repitiera el ritmo compositivo de los apoyos del templo, tanto Jesús Catalá como Antonio Dorado se mostraron ayer satisfechos y agradecidos por la nueva cubierta y valoraron la protección que ya confiere a un monumento imprescindible no sólo para el culto, sino para la cultura malagueña.

El punto final, que puede considerarse histórico por el modo en que cierra una vena abierta en el patrimonio de la ciudad durante demasiado tiempo, tiene detrás una historia compleja que da buena cuenta de cierta condición malacitana, similar a la que mantuvo a los israelitas (según de nuevo el Antiguo Testamento) vagando durante 40 años en el desierto. El episodio siguiente a la recomendación de Ventura Rodríguez se produjo en 1996, cuando las instituciones públicas se unieron bajo el lema Salvemos la Catedral para recaudar fondos con los que solventar los problemas de goteras y humedades. Se recaudaron entre los ciudadanos más de 700.000 euros, con los que se sufragó una impermeabilización mediante líquidos hidrofrugantes untados en la misma piedra del templo. El resultado fue un desastre y al poco tiempo volvieron las goteras. Ocho años después, en junio de 2004, el Obispado presentó a la Consejería de Cultura la propuesta de la Academia de San Fernando como idónea para la impermeabilización, pero la Junta la rechazó y en julio convocó un concurso de ideas que en noviembre ganó Jiménez Mata.

Pero no todo estaba resuelto aún. Una vez aprobado el proyecto el presupuesto se disparó y se reclamaron nuevas vías de financiación. El Ministerio de Cultura anunció su participación, pero la licitación de su parte correspondiente de las obras no se produjo hasta 2007. El Obispado y la Junta ya habían adjudicado la intervención de sus respectivas áreas para agilizar el proceso, por lo que dos empresas constructoras tuvieron que repartirse el trabajo. Finalmente, aquí está: un paraguas digno del cielo.

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