ANTONIO CARMONA. cantante y compositor

"Todo lo que se oye en la radio ahora huele a lo que era Ketama"

  • El granadino regresa al mercado con su tercer disco en solitario, 'Obras son amores', un tributo a la memoria de su padre, el guitarrista Juan Habichuela, que presenta hoy en Torre del Mar

Antonio Carmona, en una imagen reciente.

Antonio Carmona, en una imagen reciente. / efe

En poco tiempo Antonio Carmona ha tenido que decir adiós a dos de las personas más importantes de su vida: su padre, el guitarrista Juan Habichuela y de quien dice haber aprendido "todo en lo musical y en lo personal", y su sobrino de 23 años, "que era para mí como un hijo". Por eso, no sorprende el tono melancólico y reflexivo con el que el artista atiende a este medio antes de su reciente concierto en el Festival Flamenco On Fire de Pamplona ni que este dolor -o mejor, el consuelo que confiesa encontrar en la música- sea el germen de su tercer disco en solitario con el que ha regresado al mercado tras cinco años de parón. Obras son amores es, por tanto, la forma que el cantante ha encontrado de "arrancarme el dolor" a través de once canciones compuestas, no desde la tristeza, sino desde la esperanza y el optimismo. "A mi padre, por ejemplo, lo recuerdo con una rumba; con la alegría de haber podido vivir junto a él cosas que no voy a olvidar nunca. Con él aprendí que lo que te hace fuerte es la constancia, la dedicación y el esfuerzo. Eso y que hay que ser un caballero siempre", relata. El artista presentará este disco hoy martes a las 21:30 en la playa de Torre del Mar, frente al Copo, con el sello Q de Calidad del Instituto para la Calidad Turística Española.

Así, reaparece renovado con un trabajo fresco y luminoso grabado entre Madrid, Miami y Los Caños de Meca, y para el que se ha rodeado de colegas como Alejandro Sanz, la cantautora argentina Claudia Brant, Luis Enrique El Príncipe de la Salsa o el trompetista cubano Manuel Machado, entre otros. "El título hace referencia a la creaciones que he ido componiendo con cada uno de los artistas con los que he trabajado en distintos lugares del planeta y que nacen de la convivencia y la cercanía", explica.

Para Carmona, este trabajo es también el reflejo de una etapa más madura en la que se enfrenta a la música con "más sentido común" y en la que "me sale mejor lo que quiero contar". En este sentido, reconoce que su camino actual está lejos del "salvajismo personal y musical" que desprendían los primeros discos de Ketama, el grupo con el que revolucionó el panorama musical en los 80 y 90 con el Nuevo Flamenco. "Nosotros fuimos pioneros, hicimos armonías nuevas, metimos por primera vez una guitarra eléctrica en una seguiriya… Marcamos no sólo una época sino mucho de lo que ha venido después. Sinceramente, todo lo que se oye en la radio ahora huele a lo que era Ketama", apunta.

Echando la vista atrás, el granadino recuerda cómo lo recibían en aquellos años en Sevilla, donde "cada vez que tocábamos las críticas eran nefastas". Entonces, lamenta, "éramos unos chavales jóvenes y eso nos afectaba muchísimo porque estábamos luchando por un ideal musical y llegaban los críticos y se lo cargaban, nos llamaban herejes". Afortunadamente, esto se superó y ahora "la capital andaluza es una de mis plazas fuertes y el público me recibe siempre con los brazos abiertos" pero el cantante no puede evitar sentir cierta desazón por no haber podido trabajar de Despeñaperros para abajo tanto como le hubiera gustado, sobre todo, defiende contundente, cuando los comentarios venían "de gente que hablaban en nombre de la pureza del flamenco, siendo yo hijo de quien soy y habiendo trabajado con gente como Camarón, Paco de Lucía o Pansequito…".

Quizás por experiencias como éstas Carmona sabe que si algo no vale para nada en la música es "el ego" porque "en este mundo te cortan la cabeza en dos segundos". Por eso, su deseo más inmediato es reencontrarse con su público y hacerles disfrutar con sus canciones y sus aspiraciones futuras son poder jubilarse tocando. Por supuesto, sin renunciar a la inquietud que lleva a querer encontrar algo nuevo que le sorprenda cada día y que es, tal y como asegura, "lo único que no he perdido con los años, lo que me obliga a agarrar el lápiz y la guitarra cada día y me hace sentirme vivo", sostiene.

En cuanto a las fusiones y confusiones en torno a este arte tiene claro que se queda "con el flamenco que está con el corazón, que respeta y que hace que la cultura evolucione guardando las raíces, que es lo más difícil". Y, aunque considere que "todavía no hay un sonido internacional de flamenco para que se pueda escuchar después de Beyoncé o Lady Gaga", le duele más que se pierdan los festivales flamencos que recorría con su padre con apenas trece o catorce años y que "son los que conservan vivos los cantes". Al final, sostiene "el flamenco, como el jazz, pertenece a las minorías. Tenemos un microorganismo propio y si no damos el bombazo en Nueva York no pasa nada", concluye.

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