Steve Kuhn. Músico

"La música se parece más a la vida cuanto más espontánea es"

  • El pianista neoyorquino, verdadera leyenda del jazz y cómplice de Stan Getz,Chet Baker y John Coltrane entre otros, actúa este jueves en el Auditorio del Museo Picasso

Steve Kuhn, en el hotel donde tuvo lugar la entrevista.

Steve Kuhn, en el hotel donde tuvo lugar la entrevista. / Javier Albiñana (Málaga)

Pianista de formación clásica, Steve Kuhn (Nueva York, 1938) creó un estilo propio en los mimbres del jazz que, mucho más allá de los estilos uniformados en lo que se vino a llamar postbop, abrió paisajes de carácter lírico e introspectivo del que se nutrieron otros referentes como Chick Corea y Keith Jarrett. Con más de sesenta años de oficio a sus espaldas y decenas de discos en su haber tanto como solista como en la función de acompañante (especial interés merecen las grabaciones que facturó en Europa para ECM a partir de 1974), Kuhn ha compartido escenario con luminarias como Stan Getz, John Coltrane y Chet Baker. Esta leyenda del jazz actúa este jueves en el Auditorio del Museo Picasso junto a Aidan O’Donnell al contrabajo y Billy Drummond a la batería. Antes, recibió a Málaga Hoy para esta entrevista.

–¿Siguen los conciertos con su actual trío la estela de Wisteria, el disco que grabó en 2012 con Steve Swallow y Joey Baron?

–Lo que tocamos con el trío cada vez que nos reunimos sale del propio trío. Del corazón, de dentro. No podemos saber con antelación lo que va a pasar. La naturaleza de la música es muy espontánea, se manifiesta como quiere por muchos planes que hagas. He acordado con Aidan, el bajista, que vamos en Málaga a tocar un par de cosas nuevas, pero más allá de esto no tenemos nada previsto.

–O’Donnell y Drummond son músicos muy jóvenes, ¿conecta bien con ellos en el escenario?

–Con Billy [Drummond], el batería, llevo ya tocando varios años. Y con Aidan [O’Donnell] algunos menos, pero es que Aidan es un músico aún más joven, aunque, eso sí, con un talento enorme. Conectamos de maravilla, claro.

–Si no es la edad, ¿qué clave garantiza esa conexión?

–Cualquier cosa influye. Tocar jazz se parece mucho a la vida. Lo bueno de llevar haciendo esto tantos años es que cuando escuchas tocar a los músicos percibes enseguida si han tenido un buen día, si les preocupa algún problema, si están a gusto o no. La experiencia vital se filtra siempre en la música, pero no tiene por qué tratarse de grandes acontecimientos: las pequeñas vicisitudes del día a día se manifiestan también a la hora de tocar. Porque la música trata precisamente de eso. Pero la música se acerca más a la vida cuando es más espontánea, cuando sale del corazón. Por eso en su momento me decanté por el jazz.

–Aunque usted conoce muy bien y muy de cerca la música clásica.

–Sí, pero me aburre tocar siempre lo mismo. Y cuando tocas una partitura tienes que atenerte a eso.

–De todas formas, ¿no tiene sentido considerar a estas alturas el jazz una música clásica, igual que Schubert o Mahler?

–Sí, aunque sólo sea porque el jazz ya tiene un siglo de vida. Es cierto que la música clásica ha sido una influencia muy importante para mí. De entrada, estudiarla me aportó recursos muy eficaces: si eres capaz de tocar música clásica, lo puedes tocar todo. Lo que pasa es que el jazz te afecta de una manera muy directa. La música clásica también, pero de otra manera, seguramente más rápida. Cuando alguien descubre esa conexión del jazz con la vida ya no puede separarse de eso. Las emociones se dan mucho más a flor de piel.

"Tocar una partitura me aburre, pero la música clásica me ha dado recursos muy valiosos.Si tocas música clásica, lo puedes tocar todo"

–Si yo le digo que su música puede ser considerada un puente entre Bill Evans y, por ejemplo, Keith Jarrett, usted responde...

–Para mí, el pianista de jazz más importante ha sido Art Tatum. Era capaz de improvisar a un nivel increíble, pero si le daba por tocar un vals te quedabas de piedra igualmente. Cuando mejor tocaba era cuando lo hacía solo, sin acompañamiento. Además, fue el primer pianista de jazz que me impactó. Luego pude conocer a otros como Bud Powell que también me impresionó enormemente. Más allá del piano, hay otros muchos músicos que han dejado una huella profunda en mí, como Miles Davis, John Coltrane y Charlie Parker. En cuanto a Bill Evans, es un caso diferente. Era diez años mayor que yo, así que teníamos intereses inevitablemente distintos. Pero desde luego su técnica era única. Creo que Bill es la última influencia en la que me reconozco. Gente como Chick Corea y Keith Jarrett son pianistas extraordinarios, desde luego, pero me temo que no los escucho mucho. En el fondo, sigo escuchando la misma música que escuchaba cuando era joven.

–¿Cómo recuerda su experiencia con John Coltrane?

–Fue extraordinaria, y eso que sólo duró dos meses. Vino al club de jazz en el que yo solía tocar en Nueva York, el Jazz Gallery, al principio sólo para cuatro semanas, aunque se terminó quedando veintiséis. Por aquel entonces él tocaba con McCoy Tyner, pero éste tuvo que ausentarse durante dos meses. Y como yo tocaba entonces por allí con frecuencia, me invitó a sustituirlo. Eran los años del cuarteto, Jimmy Garrison también venía. Nunca olvidaré aquello. John era un hombre muy tranquilo, muy disciplinado. Se quedaba dormido con la boquilla del saxofón entre los labios. Por entonces ya estaba casado, pero la música era su vida. Le dedicaba todo el tiempo, prácticamente él era música andante. Aquella entrega significó para mí un modelo que he tenido presente hasta hoy.

–¿Ha cambiado mucho su relación con el público en estos años?

–Cuando más abrumado me he sentido por el público fue en la grabación de primer disco, a finales de los 50. El estudio significó para mí una presión enorme. Tenías que mantenerte bien atento todo el tiempo y no bajar la guardia, sin perder el control ni un instante. Y yo no dejaba de pensar en la gente que iba a escuchar el disco después, así que imagínate. Pero con los años, claro, esa presión se va relajando. Aunque hay algún nervio que no termina de irse del todo. Si pienso hoy en el concierto que tengo mañana, prefiero verlo como una oportunidad para aprender. Y, sobre todo, para pasarlo bien, como en una conversación agradable. Así funcionamos los músicos. Yo, al menos, conforme pasa el tiempo hablo cada vez menos y toco cada vez más.

–¿Le interesa el flamenco?

–Claro. La música es música. Y la música es buena, regular o mala. Da igual el género. El problema es que desde que irrumpieron la electrónica y los sintetizadores, la música se convirtió en otra cosa y ahora todo es bastante más complejo. Ya me he acostumbrado a grabar y a tocar con pianos eléctricos, pero para mí el verdadero reto diario sigue siendo el piano acústico. Ahí lo tienes todo, el tacto, el sonido, el tiempo. Además, cada piano es diferente. Todos tienen una característica particular, aunque sea ínfima, que lo condiciona todo. Cuando empecé a tocar no era raro que te pusieran un piano desafinado. Eso, al menos, ya no pasa.

–¿Hay algún músico con el que no haya tocado y con el le habría gustado hacerlo?

–Sí, Miles. Y pude haberlo hecho. Fue cuando montó el grupo con Herbie Hancok, Tony Williams y Ron Carter. Ron me llamó de su parte y me pidió que me uniera a ellos. Pero justo entonces Miles decidió trasladarse a Chicago, y al grupo con él. Yo tocaba entonces con Stan Getz, tenía una buena situación y, la verdad, me daba miedo dejarlo todo para irme a Chicago, porque no sabía si económicamente aquello me iba a salir bien. Por lo demás... nadie más, creo.

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