Cultura

La punta del iceberg

Teatro Echegaray. Fecha: 30 de abril (función matinal para estudiantes). Dirección y producción: La Jartá Teatro. Texto: Fernando Arrabal. Reparto: Beatriz Melgares y Sergio Milán.

En su índole beckettiana, Fando y Lis exige para su puesta en escena que se llegue a sugerir mucho diciendo muy poco. Lo que tantas veces, y erróneamente, se ha considerado teatro del absurdo es la búsqueda de un lenguaje que llegue a significar en el teatro por sí solo, más allá de la imagen y la palabra, sin renunciar a éstas; corresponde, por tanto, volver a poner nombre a todas las cosas, sin perder de vista la ley dramática por la que lo que no se manifiesta puede llegar a ser tanto o más determinante que lo explícito. El montaje de la pieza de Arrabal que presentó ayer en el Echegaray la compañía La Jartá resulta revelador, en este sentido, y especialmente, en algunos notables hallazgos escénicos: la metamorfosis simbólica del árbol en los más diversos objetos, de celda a tumba pasando por cuna, confiere a la producción interesantes laberintos narrativos, así como la asociación del tambor de Fando con el vientre de Lis y la consiguiente invocación maternal. La iluminación es otro gran valor, con acertados juegos de sombras proyectadas en el fondo y evocadores pasajes en las transiciones entre escenas.

Pero si algo le falta a este Fando y Lis es intención, golpe, fuerza, determinación a la hora de convencer al espectador de que lo que está viendo es sólo la punta del iceberg. Se echa en falta una dirección con nombres, apellidos y, más aún, coraje. La construcción de los personajes es irregular: Fando, interpretado por Sergio Milán, pide a gritos hondura, complejidad y, sobre todo, una mayor conexión física con la escena. Beatriz Melgares defiende a Lis con corrección y verdad, pero sobre ella recae una decisión dudosa: la de encarnar también a Namur, Mitaro y Toso, los hombres del paraguas. Se entiende que aquí producción ha tenido que hacer cuentas, pero, aunque el invento se sostiene dramáticamente gracias al eficaz trabajo de la actriz, se pierden algunos momentos de la obra especialmente perturbadores (como cuando Fando invita a los hombres del paraguas a que acaricien el cuerpo de Lis) y el juego de espejos deriva a algunos episodios demasiado confusos. La llaga pedía más dedo. Otra vez será.

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