Cultura

El puntal del hacedor

  • El Museo Picasso inaugura el lunes 'Un moderno en la Arcadia', exposición que reúne la obra completa del uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949), verso suelto de las vanguardias

Así empezó Jorge Luis Borges su breve prosa El hacedor: "Nunca se había demorado en los goces de la memoria. Las impresiones resbalaban por él, momentáneas y vívidas". Y sorprende el modo en que semejante descripción encaja con el artista uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949), pintor, escultor, profesor y creador de un inmenso corpus teórico alimentado a la luz de su propia obra y enormemente influyente en los grandes artistas de América Latina que dieron sus primeros pasos a mediados del siglo XX. Muy a pesar de su presencia en Europa y de su papel activo en las vanguardias, su condición general de verso suelto, aún dentro de las mismas (al menos, en un segmento concreto de su trayectoria), ha hecho de Torres-García, a estas alturas, un verdadero genio por descubrir a este lado del charco. Por eso adquiere relevancia de órdago la exposición Un moderno en la Arcadia, que se inaugura el próximo lunes 10 en el Museo Picasso, donde podrá verse hasta el 5 de febrero de 2017. Se trata de un proyecto coproducido por el MoMA, la Fundación Telefónica (en cuyo espacio expositivo en Madrid ha habitado la muestra, con gran éxito, antes de su estación malagueña) y el propio Museo Picasso bajo el comisariado de Luis Pérez-Oramas, conservador de arte latinoamericano en el museo neyorquino, que reúne, a la manera de proyecto integral, la obra completa del artista, desde las primeras pinturas que realizó en Barcelona a finales del siglo XIX hasta sus últimas piezas facturadas en el Montevideo donde nació y murió: una inmersión de veras en un artista merecedor de mil lecturas, miradas y aproximaciones.

Continuaba Borges: "Ávido, curioso, casual, sin otra ley que la fruición y la indiferencia inmediata, anduvo por la variada tierra y miró, en una u otra margen del mar, las ciudades de los hombres y sus palacios". Torres-García quedó para la historia como primer inspirador del llamado universalismo constructivo dentro de la abstracción, pero su ambición al respecto no dejó de ser de volumen cósmico, por lo que incluso los límites con la figuración quedaron a menudo diluidos a conciencia en su obra. Sin dejar a un lado su individualismo radical, el uruguayo se nutrió de las primeras corrientes del arte europeo de su tiempo y, posteriormente, tras su regreso a Montevideo, puso en juego todo lo aprendido hasta consolidar un lenguaje único. Así, tal y como explicaron fuentes del Museo Picasso, Un moderno en la Arcadia, en su abrumadora distribución cronológica, descansa en dos momentos fundacionales: uno, el período que abarca de 1923 a 1933, cuando Torres-García participó en los movimientos de la vanguardia europea, a la vez que establecía su característico estilo pictográfico yconstructivista. Y el segundo, de 1935 a 1943, cuando, tras residir largos periodos en Nueva York, Florencia, París y Madrid, regresó a Montevideo y produjo uno de los repertorios más contundentes de la denominada abstracción sintética. El Taller Torres-García, puesto en marcha en Montevideo entre 1942 y 1943, se convirtió en uno de los más efectivos agentes estimulantes de América Latina, donde se daban cita tanto los procedimientos abstractos adquiridos en París por el artista como diversos lenguajes simbólicos precolombinos, en una síntesis titánica en la que nada resulta ajeno al mentor.

Precisamente, si uno de los principales objetivos del Museo Picasso es la apertura de diálogos entre el genio malagueño y otros creadores, si algo comparten Picasso y Torres-García es su libérrimo vínculo con las vanguardias, lo que por un lado invita a considerarlos exentos y por otro, directamente, responsables de las mismas. Picasso aspiró a abarcar el mundo y Torres-García a construirlo: su obra es, de alguna manera, el puntal que sostiene la realidad, revelada así como materia delicada en extremo que obtiene su versión más duradera en el arte. Después del éxito del Mural de Jackson Pollock, el hermoso legado de Torres-García se presenta como un reto mucho más complejo para el Museo Picasso, aunque el empeño de Torres-García puesto en llegar a donde nadie llegó y la belleza de sus construcciones representan un aval suficiente. Concluía Borges sobre El hacedor: "Sabemos estas cosas, pero no las que sintió al descender a la última sombra". Algo, al cabo, sigue construyéndose en silencio.

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