Crítica de Música

Así se reivindica el espejismo

luis eduardo aute

Teatro Cervantes. Fecha: 5 de marzo. Músicos: Luis Eduardo Aute (voz y guitarra), Toni Carmona (guitarras y dirección musical), Cristina Narea (coros, guitarra y percusión), Cope Gutiérrez (teclados), Mario Carrión (batería). Aforo: Más de mil personas (lleno).

Para quienes escuchamos por primera vez Dentro en una grabación de casette en nuestra adolescencia y no supimos qué hacer con aquello, Luis Eduardo Aute ha ejercido una compañía certera y distinta, algo así como la del tío extravagante que nos contaba cosas que nunca oíamos en casa. El cantautor ha ido dejando huella en sucesivas generaciones siendo siempre el mismo y reinventándose a la vez, recreando los himnos que conoce todo el mundo sin dejar de lanzar material nuevo, con una capacidad creadora rara entre los músicos de su quinta. Ahora, aquellos adolescentes vamos por los cuarenta y Aute es un señor que va camino de los 73 y que publicó su primera grabación hace cincuenta tacos; pero lo que demostró el sábado pasado en el Cervantes, en una cita que se prolongó durante casi tres horas y media y que terminó con todo el personal en pie, es que su legado, único en inspiración y alcance, mantiene intacto su alcance emocional, ético y estético. Aute vino a celebrar el aniversario con la maleta llena de clásicos, un poco en plan mirad lo que he hecho, y ante algo así, lo siento, sólo cabe la admiración: menudas canciones ha parido y vuelto a parir este tipo. Menudas.

A la proyección del hermoso corto de animación Vincent y el Giraluna siguió el concierto por derecho, abierto, como suele el artista desde hace algunos años, con Me va la vida en ello y seguido de inmediato con De paso, así que tonterías las justas: Aute traía un repertorio de treinta y pico coplas y las hizo con su grupo a buen ritmo, sin intermedios ni más pausas que las precisas y dando a los suyos los que habían venido a buscar. Sonaron Rosas en el mar, Aleluya nº 1 y Pasaba por aquí y la memoria de un país, una lengua y una música cristalizó clara como el agua. Resulta que Aute conserva su voz en su registro más puro, sin bajar las canciones de tono y resolviendo bien graves y agudos; en cuanto a que se le olviden un par de letras aunque las lleve escritas, eso llevamos décadas perdonándoselo. ¿Qué más? Buf, Volver a verte, Siento que te estoy perdiendo, No te desnudes todavía, Slowly, Imán de mujer, Cada vez que me amas, Mojándolo todo, Dos o tres segundos de tenura, Queda la música, Cine, cine, Todo es mentira, Hafa Café, Sin tu latido. Por citar algunas. El interludio, solo a la guitarra, con Dentro, Las cuatro y diez, De alguna manera y Anda sonó otra vez a hogar propio, a territorio que uno considera su casa. También revisó otros temas más recientes, como El niño que miraba el mar, Señales de vida, Atenas en llamas y A día de hoy con igual acierto y la misma magia. Uno escuchó otra vez La belleza pensando en el brazo que había entregado Leonard Cohen por escribirla: Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo, contra los trepas del mercado y de la revolución. Al alba rompió la noche a capella y Albanta, ya en los bises, sonó tantos años después como un regalo: no pudo haber mejor manera de terminar un concierto. Claro, un servidor echó de menos A por el mar, El universo, El ascensor y hasta, ya puestos, Una ladilla. Como para otras tres horas. Como para otros cincuenta tacos.

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