Hace casi cuatro años, poco antes del verano de 2004, comenzaron a darse los primeros pasos en firme para apostar por Málaga como candidata a la Capitalidad Cultural Europea en 2016. Se creó una comisión, una web y el diseñador Antonio Herráiz realizó un logotipo que exhibió por toda la ciudad la pretensión municipal -también apoyada por unos 40 colectivos y otras instituciones como la Junta, que esgrimió su política de neutralidad activa-. Se inició así una campaña de difusión con la que se quiso concienciar a la ciudadanía malagueña de que era posible que Europa se mirase en Málaga. Para ello, había aún que asumir grandes retos.

En los primeros meses de trabajo la comisión Málaga Capital Cultural Europea 2016 puso el acento, en primer término, en conseguir importantes infraestructuras -símbolos de la ciudad y contenedores capaces de albergar una oferta de calidad- y el futuro Auditorio se convirtió en pieza clave. Con la meta puesta en 2016 se ha trabajado para que este espacio, hoy en fase de redacción del proyecto arquitectónico, fuera emblema de un logro conseguido. Otra de las claves apuntada hace cuatro años fue la ubicación del Museo de Málaga en el Palacio de la Aduana, también ya a la espera de iniciar las obras. La rehabilitación del Acueducto de San Telmo, el yacimiento fenicio del Cerro del Villar y la revitalización del centro histórico fueron otros temas de trabajo sin olvidar a Picasso como buque insignia.

Pero parece que la enorme sobra del genio no ha sido suficiente, ni para conseguir los apoyos necesarios ni para avivar el trabajo desde Málaga. Con el nuevo gobierno municipal tras las elecciones del pasado año se notó un cierto freno en la marcha del proyecto. Se decidió echar marcha atrás a la idea original de crear una fundación y se apostó por un consejo de sabios que no se ha presentado todavía. Córdoba lleva ventaja. Ya habla de la proyección internacional de su candidatura y de las líneas maestras de su consejo asesor.