Sergio Peris-Mencheta. Actor y director

"En el teatro, el espectador debe trabajar al 50%; para lo otro ya está el cine"

  • El Teatro Cánovas recibe en los próximos días dos montajes dirigidos por este valor en alza de la escena española, 'Un trozo invisible de este mundo' y el 'Incrementum' de Perec.

Aquel jugador de rugby que debutó como actor en Al salir de la clase hizo después las maletas y se marchó a París para adentrarse en el arte escénico de la mano de Peter Brook. A Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) le han visto interpretar al Capitán Trueno en el cine y a Gonzalo Fernández de Córdoba en la serie de televisión Isabel. Pero su empeño era el de dirigir teatro y lo ha conseguido con montajes con los que ha conquistado al público y a al crítica, y que le han confirmado como un valor consolidado y en alza. Dos de sus propuestas llegarán al Teatro Cánovas en los próximos días: Un trozo invisible de este mundo, escrita y protagonizada por Juan Diego Botto y con la producción del Teatro Español, subirá a escena este fin de semana, los días 8 y 9; su Incrementum, lectura de la asombrosa pieza de Georges Perec El aumento, lo hará el 2 y 3 de marzo con seis actrices de postín.

-En Un trozo invisible de este mundo aborda distintas historias relacionadas con la inmigración. ¿Qué novedad se puede decir a estas alturas sobre el asunto?

-Casi siempre que se cuentan historias sobre el exilio y la emigración se hace mirando al pasado y a otras culturas. Pero Un trozo invisible de este mundo propone una mirada al presente y a nuestro contexto más cercano. Es cierto que el fenómeno que se da en la actualidad es muy distinto al que se daba, por ejemplo, en los años 60, pero también lo es que un exilio siempre es forzoso: cada vez se parte desde cero y, por lo general, se está solo. Y también hoy un inmigrante puede tardar entre dos y tres años en recorrer la distancia que separa al Congo de España, un trayecto que un avión cubre en pocas horas. La obra trata de todo esto y, de una manera amplia, de la condición de inmigrante que atañe a todo ser humano.

-¿Es un teatro de denuncia?

-No, no es esa la intención. Más bien queremos apuntar al corazón y pedir a la gente que abra los ojos.

-Juan Diego Botto se inspiró en casos reales para escribir las distintas historias de la obra. ¿Cómo fue la selección de las piezas?

-La obra se llamaba al principio El privilegio de ser perro, que era un monólogo que Juan llevaba haciendo desde hacía años, pero finalmente optamos por Un trozo invisible de este mundo. Nos parecía más apropiado porque lo que queremos es dar visibilidad a ese trozo del que hablamos. En los centros de internamiento de inmigrantes los que son trasladados allí no son personas, ni nombres, ni siquiera caras: son números. Su identidad se esfuma. Y nosotros creemos que hay que poner nombres y apellidos a esta realidad. Juan estuvo cerca de varias organizaciones que trabajan con inmigrantes y vivió en carne propia algunos casos espeluznantes como el de una joven africana que murió en un hospital a causa de una negligencia médica. Su familia sólo pudo darle sepultura, se le negó cualquier otro derecho. Juan estuvo en el funeral y quedó impresionado. Y luego está su propia experiencia, la desaparición de su padre en Argentina en 1977, el exilio a España en el 78, cuando sólo tenía tres años. Todo eso forma parte de la obra, con episodios que presentan puntos en común.

-¿Por qué le escogió Juan Diego Botto para dirigirla?

-Vino a ver Incrementum y le gustó tanto que la programó en la Sala Mirador. Poco después me llamó para dirigir Un trozo invisible de este mundo, y al principio me chocó bastante porque Incrementum no tiene nada que ver, es un teatro mucho más de juego, más gamberro. Después comprendí que Juan buscaba a alguien que le diera algo de vaselina a la obra, que le permitiera encontrar un equilibrio entre una cosa y otra.

-Precisamente, El aumento de Perec ha sido un enigma durante muchos años. La editorial española La Uña Rota la publicó en 2009 después de remover Roma con Santiago hasta encontrarla, al parecer en una revista de muy escasa distribución. ¿Cómo dio usted con la obra?

-La encontré en París, mientras estudiaba con Peter Brook. Yo quería dirigir teatro y me la recomendaron. Di con ella después de mucho buscar en una librería y la traduje aquella misma noche. Tenía claro que la primera obra que dirigiría sería El aumento. Después volví a España y regresé a la interpretación. Me costó mucho decidirme a dirigir. Ya sabes, temía lo que podían pensar si veían al de Al salir de clase dirigiendo teatro. Pero hace tres años alguien me dio el arrojo suficiente y, después de evaluar otras posibilidades, saqué del cajón mi traducción de El aumento, a la que había titulado Incrementum. Y la dirigí.

-No es un reto precisamente sencillo para un director debutante.

-Desde el principio tenía decidido que la interpretarían seis actrices. Hay una crítica importante a la cultura patriarcal en el texto y pensaba que así la reforzaríamos. Llamé a seis actrices amigas que estaban sin trabajo y aceptaron. Pero algunas se asustaron, les pareció todo muy raro y desertaron. Cuando pudimos seguir con los ensayos, una de las actrices, María Isasi, me dijo que Mario Gas andaba por Matadero y me propuso que fuéramos a verlo. A mí me pareció una locura, pero al final fue ella por su cuenta. Gas vio lo que hacíamos, le encantó y la programó en el Español. Ha sido un viajazo.

-La obra plantea casi un juego matemático al calibrar todas las probabilidades con las que cuenta un empleado que piensa pedir un aumento a sus jefes. ¿Cómo se pone esto en un escenario?

-Es complicado, pero muy divertido. El problema, tal vez, es que el espectador tiende a verlo todo desde un prisma intelectual, cuando aquí lo debe hacer es dejarse llevar. Te confieso que todavía me gusta ver entre el público caras que, a los pocos minutos del comienzo de la función, parecen decir "¿Todo va a ser así?". Para las actrices, que en Málaga serán ocho, es imposible improvisar, porque todo funciona como el juego de la oca: hay que estar siempre en la posición exacta. Pero me reconforta pensar en todo lo que de crítica de su tiempo tiene El aumento. Perec la escribió en 1967, cuando el Mayo del 68 estaba ya calentándose; y nosotros la estrenamos en la Sala Kubik de Madrid en mayo de 2011, en pleno 15-M.

-Su montaje de La tempestad de Shakespeare ha triunfado en Matadero con sólo unos cuantos actores y un cubo de agua. ¿Tuvo presente las enseñanzas de Peter Brook al dirigirla?

-Hay quien dice que Un trozo invisible de este mundo es muy Brook. Pero procuro no imitarle, aunque por supuesto soy muy devoto. También lo soy de Robert Lepage, creo que la Trilogía de los dragones es la mejor obra que he visto nunca. Me gusta el teatro artesano, hecho con objetos, justo como lo hace Pepe Vivuela. Creo que en el teatro hay que poner a trabajar al espectador al 50%; para lo otro ya está el cine.

-¿Podremos ver La tempestad en Málaga?

-Ya tenemos confirmada la fecha en Córdoba para después del verano. Así que sí, espero que podamos llevarla a Málaga también.

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