tareas domésticas y otras mentiras

Si tocas a una...

  • Gracias a la sororidad, gran triunfo del feminismo contemporáneo, será posible erosionar el modelo impuesto y las construcciones culturales que desactivan a las mujeres

La segunda temporada de The Handmaid's Tale roza la perfección como ejercicio cultural -me resisto a escribir de entretenimiento, su ambición supera lo relacionado con el ocio y el tiempo que ocupamos frente a la pantalla- tanto en lo estético como en lo discursivo, una ambición vinculada a la experiencia del acontecer que lleva a la serie basada en la novela homónima de Margaret Atwood a reforzar el espíritu de lucha sobre los frentes en los que el feminismo actual debe incidir, frentes como los vientres de alquiler, la prostitución, el imperativo de la pornografía en las relaciones sexuales, la libertad de la mujer y la violencia de género, asuntos todos intrincados, relacionados y debidamente estructurados para someter la vida de las mujeres a los designios del esquema patriarcal. Una de las claves de esta segunda temporada está siendo el planteamiento narrativo en torno a la sororidad como elemento capaz de erosionar los sistemas impuestos y las construcciones culturales que desactivan a las mujeres. Y como se suele decir, hasta aquí puedo leer. Se trata de estimular la aproximación a esta serie que está incendiando conciencias, generando debate y, sobre todo, llevando el feminismo a parcelas socioculturales que pensábamos demasiado lejanas. La serie impulsada por la feroz interpretación de Elisabeth Moss (Mad men, Top of the lake) está siendo una de las mejores aliadas a la hora de potenciar el feminismo a lo largo de la geografía internacional. Merece la pena recordar, en este sentido, que Antena 3 la emite en España desde el martes 19 de junio, una cadena generalista que lleva a los salones del español medio un artefacto televisivo que busca poner en entredicho el pensamiento hegemónico que ha arrasado, durante siglos, la vida de las mujeres, y mostrar, a través de esta distopía, la responsabilidad del hombre -y sus privilegios- en este juego perverso y asimétrico.

En Feminismo o barbarie (La moderna, 2018), de Pilar Aguilar Carrasco, título que recopila veinticinco artículos de los que la crítica de cine ha ido publicando en Tribuna Feminista, la andaluza aborda el asunto de la sororidad con su habitual ironía y sentido del humor -marca de la casa que le ha permitido generar un cuerpo teórico sobre el feminismo tan personal como necesario- y ofrece, en el capítulo destinado a este hermanamiento, la siguiente reflexión: "Sororidad no es dejar de criticar los rasgos de humillación y sometimiento que, en ciertos casos, las mujeres tienen tan interiorizados que ellas mismas los defienden, los reivindican, los transmiten. Sororidad es intentar comprender cómo se ha construido en ellas esa subjetividad para así contrarrestar y minar tal construcción". Comprender desde la diferencia, desde la tensión y la contradicción, para generar alianzas y apoyo entre mujeres que nos permitan anular el canon patriarcal, que permitan -y aquí está el reto- entender que las experiencias individuales construyen un relato colectivo -que nos trasciende- en el que todas nos sentimos identificadas e incluidas, un relato insumiso que desafíe al patriarcado. En este aspecto, me sorprende esas mujeres -una minoría, demos gracias, y normalmente vinculadas a esa entelequia denominada feminismo liberal-, que como nunca han sido maltratadas, violadas, agredidas ni abusadas, reducen a anécdota, a episodio puntual, lo que las cifras judiciales atestiguan: la existencia de una violencia estructural. Como acabo de decir, son una minoría y la sororidad se ha presentado como el gran triunfo del feminismo contemporáneo, en el terreno virtual y real, la sororidad como brazo armado del feminismo está tejiendo redes entre nosotras que no sólo nos permiten compartir experiencias y conocimiento, sino que comienza a conectarnos profesional y personalmente para poder, de una vez por todas, generar ese esquema alternativo que desactive el canon patriarcal. Así que, amigo patriarcado, ya no más la peor enemiga de la mujer es otra mujer o ese otro lema con luces de neón que llevamos escuchando desde bien pequeñas, las mujeres son envidiosas entre ellas. Ya no más. El ellas es nosotras y el nosotras es ellas.

desafío al feminismo

Esta semana volvimos a la calle. Hermanadas, serenas y firmes. Mientras leemos estas palabras, los cinco miembros de La Manada se encuentran en libertad provisional bajo fianza de 6.000 euros. Supongo que ese debe ser el precio de la huella perpetua de las veinte penetraciones de la víctima; supongo que esa debe ser la cifra correspondiente a la dignidad arrebatada a una chica que, entonces, tenía 18 años; supongo que esos cuatro números encierran un mensaje muy claro por parte de la Audiencia de Navarra hacia la sociedad: desafiamos vuestras protestas, desafiamos vuestra reivindicaciones. Os desafiamos.

Desde hoy somos un poco más vulnerables en relación con los delitos sexuales. Y lo somos porque la puesta en libertad provisional encierra un mensaje, un gesto que puede llegar a frenar las denuncias por delitos sexuales. Y es que a la luz de los acontecimientos, sería casi normal entender que una víctima de violación múltiple, tras ser cuestionada, tras haber sido revelada su identidad, tras haberse visto filtrado el vídeo de la violación, tras haber escuchado por parte de uno de los violadores "si disfrutó más que yo", tras la petición de cárcel por parte de algunos familiares de los sevillanos, no quiera denunciar. Ese mensaje es el que ha querido trasladar esta puesta en libertad. Y ese es el mensaje que no debemos olvidar y sobre el que debemos estar más alertas. Entre todas lo lograremos. Esta reivindicación en torno a nuestra libertad y dignidad sólo se hará efectiva si dejamos que la sororidad actúe de catalizador perfecto.

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