Cultura

El trazo más grueso

Festival de Teatro. Teatro Echegaray. Fecha: 8 de enero. Compañía: Málaga Escena Abierta. Texto y dirección: Nacho Albert y Paco Bernal. Reparto: Antonio Navarro y Noelia Galdeano. Aforo: Unas 50 personas.

Al contrario que en la primera trilogía de la serie Nightshot, donde predominaba una querencia a la ensoñación y la melopea, Trópico, el primer episodio de la nueva entrega, reviste una concreción que le hace pertenecer, por derecho, a las postrimerías del teatro político. De entrada, esta decisión se traduce en una mayor intensidad dramática, que se resuelve a su vez en determinados momentos álgidos merced al combate que establecen sus dos protagonistas. Trópico, en este sentido, va directo a las emociones y lleva al espectador a un lugar muy exacto: si el comienzo parece narrado escénicamente desde la periferia, desde unas afueras de los personajes desde lo que, presuntamente, se ofrece una amplia panorámica desde sus requerimientos, la pieza viaja al meollo esencial tanto del asunto tratado como de las humanas motivaciones del tándem. Los personajes son antagonistas de una manera cristalina, y Nacho Albert y Paco Bernal aprovechan las distancias asentadas en las primerísimas reglas del juego para crear una tensión que, por evidente, funciona, o podría funcionar. El problema es que, en su afán de concreción, la propuesta abusa demasiado del trazo grueso. Asistimos al duelo entre un político corrupto, golfo y derrochador y una madre panadera, humilde, con un hijo enfermo en un hospital y que reclama al anterior la financiación del medicamento que podría salvar su vida. Y ya está. No hay matices, ni peros, ni inflexiones. Si se trataba de hacer un teatro político, la elementalidad es tal que todo termina contaminado de ingenuidad e impostura, reforzadas con una ambientación musical que mejor suerte habría corrido con su eliminación. Lo que se cuenta aquí ya lo sabíamos, y resulta todo tan previsible que la contundencia de la supuesta conclusión termina diluida casi en parodia. Una aproximación a la actualidad habría merecido más valentía y menos blanco y negro. Donde más duele esta gratuidad es en el trabajo de Antonio Navarro y Noelia Galdeano, grande y riguroso pero finalmente baldío por el cliché. El teatro puede más que esto. No aprovecharlo es pecado.

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