Crítica de Teatro

La vida entre las piernas

legionaria

Teatro Alameda. Fecha: 9 de octubre. Texto: Fernando Quiñones. Dirección y versión: Manuel Iborra. Intérprete: María Barranco. Aforo: Unas 250 personas (media entrada).

Resulta delicado, cuanto menos, ir al teatro a ver un nuevo montaje de Legionaria con Ramón Rivero en el recuerdo, entre otras cosas porque es imposible olvidar el trabajo del gran actor gaditano. Al echarse a la Hortensia Romero de Quiñones entre pecho y espalda, el reto que asume María Barranco no es precisamente pequeño. Pero lo mejor que puede decirse de su construcción del personaje es que le bastan unos minutos en escena para demostrar que se ha llevado el asunto a su terreno con solvencia y autoridad, hasta alumbrar a tan entrañable criatura desde su mismo origen: la mujer que sale a contar su historia está hecha de tierra y de verdad, y la malagueña sabe de eso un rato. La verdadera grandeza del reto consiste en que hay que estar hecha de la misma tierra y la misma verdad, me temo, para que la Legionaria comparezca. Y la Barranco lo logra, haciendo suyo el lenguaje popular que Quiñones puso en barbecho hasta hacerlo barroco y herreriano, tan pantagruélico como preciso. La veterana prostituta, imagen de una Andalucía no menos prostituida, cuenta su experiencia allí desde donde ha vivido: la latitud exacta que se extiende entre sus piernas. Y para trasladar a la escena toda la humanidad que exhala, caliente y cruda, hay que llevar el arte dramático justamente al mismo sitio, como lo hace María Barranco, que se deshace una y mil veces en los ochenta minutos de función, recompone los pedazos y sigue adelante. Acierta al recrear esa batalla, ya sea en la gracia divina o en el desastre que anida en la memoria; y sale vencedora, aun dejándose no poco de sí misma en el combate.

Pero a todo el corazón que exige el ángel de Quiñones, servido en bandeja por la actriz como cabeza de San Juan, le falta una dirección con más ideas y más lecturas, menos conforme y más valiente a la hora de destripar al personaje. Barranco carece de apoyos suficientes, de matices, arribas y abajos, y lo mismo cabe decir de la iluminación y la escenografía. El resultado peca así de pichafría, por plano y monótono. Una pena, con semejante mujer pidiendo guerra.

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