Cultura

El virtuosismo de Zhang Yimou fascina en Venecia

  • El director recrea en 'Ying', su épica nueva película, uno de los periodos más sangrientos de las luchas feudales en la historia de China

El cineasta chino Zhang Yimou, ayer en la Mostra de Venecia, donde presentó su nueva película.

El cineasta chino Zhang Yimou, ayer en la Mostra de Venecia, donde presentó su nueva película. / claudio onorati / efe

Zhang Yimou, que presentó ayer fuera de concurso en el Festival de Venecia Ying ("Sombra", en chino), acaparó el protagonismo con un virtuoso despliegue de artes marciales. Sin rodar en realidad en blanco y negro, el director chino recurre a una fascinante paleta de grises para ilustrar una trama de venganza e intrigas cortesanas inspirada en las ancestrales luchas feudales de su país.

Si el poder del cine es transportar a otro universo, Yimou arrastra al espectador hasta un mundo de luchas a golpe de lanza y daga, de exquisitas coreografías e ingeniosas estrategias de combate. El director de La linterna roja, Hero o El camino a casa pone así su toque autoral a un cine de género visualmente impactante. En China, sus tradiciones de 5.000 años de antigüedad siguen muy presentes en la literatura y la televisión, productos culturales que difunden "la importancia de los valores y los rituales", explicó Yimou, que recogerá el Premio Jaeger-LeCoultre, un premio que en ediciones anteriores recayó en Spike Lee, Takeshi Kitano o Brian de Palma. Como suele suceder en sus películas, las mujeres no son meras comparsas. "Seguiré haciendo películas en las que mujeres juegan un papel muy importante para expresar mi forma de pensar", ratificó Yimou, dos veces ganador del León de Oro en los años 90, por Ni uno menos y Qui Ju, una mujer china.

Y mujeres fuertes protagonizan también las dos películas que se presentaron dentro de la Sección Oficial. En The Nightingale, de Jennifer Kent, se narra la historia de una irlandesa enviada a Australia, cuando era aún territorio británico, como castigo tras haber cometido un robo. Tras sufrir allí abusos por parte de un oficial británico, la mujer buscará venganza con la ayuda de una aborigen que pasó por el mismo trance, lo que le sirve a Kent para reflexionar sobre los métodos, a veces brutales, que se emplearon en los tiempos del colonialismo. Pese a las buenas intenciones, la realizadora no consiguió un aplauso unánime. Tampoco lo logró el italiano Mario Martone, que en Capri-Revolution viaja a los primeros años del siglo XX para contar la forja de un espíritu libre: el de una pastora que decide romper con la tradición y vivir su propia vida tras entrar en contacto con los miembros de una comuna ecologista, que se inspira en una real, la que instaló en ese mismo enclave del Mediterráneo el pintor alemán Karl Wilhem Diefenbach. "La isla es una metáfora del mundo -subrayó Martone-. Y en la isla lo único posible es debatir aunque alguien sea diferente o piense de otro modo".

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