Cultura

La voz faltó, el compromiso no

El pasado jueves se inauguró el ciclo Flamenco y poesía en el Auditorio de la Diputación Provincial. Este año se ha dedicado a todos esos artistas que alzaron su voz para denunciar las injusticias, a esos poetas comprometidos con unos ideales y que se jugaron incluso la vida defendiéndolos en un entorno hostil.

Como comienzo, tras la deliciosa lectura de poemas de Paca Aguirre -en la que nos mostró sus vivencias de niña de la postguerra, pasando por temas que abundan en lo cotidiano y en reflexiones diversas-, un clásico de lo que podríamos llamar flamenco protesta: el cante de Manuel Gerena.

Gerena se caracterizó por ser un cantaor del pueblo y para el pueblo oprimido por la dictadura franquista. Allá por los 60 y 70 cantó a las libertades y los derechos vetados para los españoles de entonces, aun a riesgo de dormir en el cuartelillo, cosa que hizo en más de una ocasión. Con letras propias, congregaba en los colegios mayores y en las universidades a jóvenes ávidos de cambio, que reconocían en las formas vernáculas del flamenco un lamento y una queja, sí, pero con unos aires desafiantes que reclamaban la libertad sustraída.

Nunca se caracterizó Gerena por ser un gran cantaor en cuanto a facultades vocales, pellizco o técnica, su fuerte estaba en las letras y en su carácter rebelde y en su sabia combinación de flamenco y queja política. El pasado jueves, además, el cantaor se entregó al público a sabiendas de que la plenitud de las fuerzas habían mermado. Venía de cantar en Guadalajara en una sala donde el aire acondicionado jugó con su garganta hasta dejarle afónico, -lo que no consiguió el régimen de Franco lo consiguió un aparatito moderno-. Sólo pudo hacer un puñado de cantes, con la mejor de las intenciones pero con un resultado desafortunado. Acompañado por una joven pero solvente guitarra, empezó con fandangos de El Niño Gloria, rematados al modo de los fandangos de Huelva, con unas letras alusivas al imperialismo americano; continuó por levante, cante indispensable cuando hablamos de protesta, pues es el lamento de los trabajadores que se juegan la vida por un mísero jornal; continuó con rondeñas al estilo de El Gallina, aunque, siendo éste un cante que requiere gran potencia de voz y pulmones, no pudo ser ejecutado correctamente por las causas que alegábamos antes. Para terminar, unos suaves pero muy decentes martinetes pusieron el punto y final a una noche que, en otras circunstancias, podría haber dado mucho más de sí.

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