Todo malagadicto tiene un día marcado a fuego, que no coincide necesariamente con el del inicio del certamen, sino con aquel en que se hace pública la programación. Este año sucedió el lunes 4 de marzo. Esa jornada, todos los malagadictos que en la península y en las ínsulas somos, vivimos con intensidad ese instante en el que la web del Festival acogió todos sus contenidos. Descarga de adrenalina.

No es broma. Tiene su ritual y su importancia esta pre-inauguración para todos los acreditados que además de serlo de facto lo son también de corazón. La cuenta atrás se inicia cuando conocemos las fechas de la presentación a los medios en Málaga, previa a la fiesta y que se celebra en Madrid. Esa es la hora cero. En semanas previas, prácticamente desde fin de año, hemos hecho nuestras previsiones. A Víctor García León no le da tiempo presentar Los europeos. La de Carlos Marqués-Marcet tiene que ir seguro, que se estrena en junio. ¿Veremos la de Isabel Coixet producida por Netflix?

Poco a poco, desde prensa van filtrando por goteo algunos títulos de la sección oficial. Pero el grueso de la información llega de golpe el día de la presentación. Conectamos por streaming con la presentación oficial en el Ayuntamiento de Málaga, mientras respiramos hondo antes de zambullirnos en la guía de programación, que sabemos será colgada en cuestión de minutos.

El resto de la jornada sigue escrupulosamente su guión. Intercambio de mensajes en las redes sociales. Ha entrado esta. Se ha quedado fuera la otra. Y acto seguido, el más placentero de los momentos: ése en el que uno al fin se dispone a trazar la hoja de ruta personal para no perderse lo imprescindible. Combinar la sección oficial con Zona Zine, Málaga Premiere con los cortometrajes, los 5 Minutos de Cine con los Encuentros. Y empezar a sentir la ansiedad. Esa que nunca parece atacar al director, Juan Antonio Vigar, el hombre tranquilo.

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