Cuando se plantea cómo será la vida después de la pandemia intuimos que seguramente no va a haber un momento claro de transición, sino altibajos a medida que se supera lo peor de la enfermedad y las condiciones económicas se reajustan. Un hecho llamativo es que, tomando medias de muertes por millón de personas en los cuatro trimestres de 2020, en España se pasa de 4,34 a 4,71, 0,81, y 4,45, con un patrón similar a la media de un grupo muy numeroso de países de ambos lados del Atlántico Norte, que pasan de 2,26 a 1,95, 0,39 y 5,40. Los datos para las primeras semanas de 2021 son de 5,16 y 7,60 respectivamente, confirmando que la confianza excesiva en las vacunas y la impaciencia son un paso atrás en la evolución y el daño de la enfermedad.

Algunos de los cambios que hemos visto este año permanecerán, como la compra electrónica de alimentos, que casi se ha doblado, alcanzando un 10% del total de compras de alimentación. Igual ocurre con el entretenimiento y el consumo digital de películas, que se mantendrá, aunque habrá una recuperación de los espectáculos en vivo; por otra parte, continuará la tendencia al gasto enfocado al confort y mejora del hogar. La educación remota volverá a la situación anterior, en todo caso hasta la enseñanza secundaria, aunque se mantendrá selectivamente en la tutorización de estudiantes universitarios. Tampoco hay duda de que se perfeccionarán los procesos y aumentará la asistencia sanitaria a distancia. Más controvertida es la normalización de los viajes; en los de trabajo se ha comprobado la comodidad de la comunicación a distancia, pero hay un verdadero deseo de volver a viajar por ocio. Quizás se frenen los vuelos, sobre todo por las dificultades que estamos viendo en algunos aeropuertos británicos, con colas de hasta 7 horas por controles sanitarios, que se complicarán mucho más con los desplazamientos masivos.

El benedictino Laurence Freeman es sin duda la personalidad más conocida en el mundo de la meditación cristiana, y en otro momento comentaremos su último libro: "Good Work", con participación de directivos y empresarios; ahora nos quedamos con sus reflexiones sobre la pandemia. Algunas personas -dice- le han confesado que las restricciones a la movilidad y la pérdida económica les deprime, y las lleva a refugiarse en la televisión, en grupos conspirativos, pornografía o alcohol. También otros le cuentan cómo han profundizado en sus relaciones con seres queridos, presentes o distantes, han podido leer, dormir más, caminar, y desarrollar alguna forma de creatividad. Pero lo más sensible de Freeman es cuando nos dice cómo en esta extraña Semana Santa la meditación en su celda le ha hecho ahondar en la idea del tránsito por la "noche oscura", la "noche del alma" que nuestros místicos vieron como una transfiguración, durante la cual el miedo a la muerte da paso a la esperanza colectiva de la resurrección. Esta reflexión es muy sugerente, porque la incertidumbre, la ansiedad, el aislamiento, la enfermedad, el sufrimiento tocan desigualmente a las personas, por lo que, en el paso desde los momentos oscuros actuales a otros más claros, la esperanza debería poder ser compartida al menos por todos los que hayan sobrevivido en esa nueva realidad, en esa nueva vida.

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