Adaniel Lacalle le han llamado de todo tras su desafortunado, que no necesariamente erróneo, pronóstico sobre el futuro de las pensiones. Entre los calificativos más amables, el de "economista teórico"; es decir, el de alguien que en sus análisis se aleja de los problemas reales. En realidad, no lo desacredita, pero ayuda a rebajar la tensión provocada por la desfachatez de la reacción de José Luiz Ábalos y Pablo Echenique, que deducen de los comentarios del economista que la voluntad de su partido es reducir las pensiones en cuanto pueda.

Los economistas teóricos estudian situaciones que no tienen por qué ser reales, pero que podrían serlo. Si a un economista se le hubiese ocurrido estudiar antes de 2007 las consecuencias del hundimiento de un gran banco como Lehman Brothers, habría sido calificado de extravagante o algo peor, pero en realidad es a este tipo de cosas a lo que se dedican los teóricos. Obviamente su trabajo puede resultar completamente inútil, aun estando perfectamente planteado, simplemente porque la realidad discurra por caminos diferentes a los imaginados. Pero incluso en este caso, y en la medida en que desarrolla nuestra capacidad para afrontar situaciones adversas imprevisibles, convendría no infravalorar su utilidad.

De la misma forma que el déficit público es el mejor exponente del desequilibrio financiero en el corto plazo, el del sistema de pensiones y el volumen de deuda pública lo son del desequilibrio financiero a largo plazo y los tres están estrechamente relacionados y permiten recrear combinaciones muy diversas. El primero se mantendrá, según el Banco de España, en torno al 2,5% en 2019, reduciéndose dos décimas con respecto al año anterior, que es una situación algo peor a la prevista, aunque sin alcanzar tintes dramáticos. El problema es que añade presión sobre las pensiones y el endeudamiento, que son, junto al paro, las verdaderas espadas de Damocles de la economía española y justifican sobradamente la especulación teórica, incluso cuando se levanta sobre hipótesis improbables.

Sobre lo que ha planteado Lacalle existe abundante evidencia empírica: la imprudencia financiera de los gobiernos a corto plazo suele traducirse en elevados costes sociales a largo. El planteamiento alternativo es el populista: soluciones a coste cero para situaciones complejas. El problema es que, en las campañas electorales, la consistencia ética de los análisis, incluido el de los economistas teóricos, puede verse seriamente dañada ante la perspectiva de una cosecha significativa de votos.

Se conoce como "problema de selección teórica" al proceso de elección de datos y de supuestos de partida que conducen el análisis al resultado pretendido por su autor. Para la comunidad científica sería motivo de rotundo rechazo, pero ¿a quién importa este detalle en pleno debate electoral? Afortunadamente, la Unión Europea ha conseguido levantar un último bastión frente a estas perversiones, que enarboló ante el Gobierno italiano el pasado otoño, cuando rechazó su proyecto de Presupuestos, y que explica que las opciones más críticas con la injerencia europea en asuntos de política económica interna sean las más populistas.

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