Atelecinco le sigue la audiencia casi sin querer, a gusto en esa compañía que se extiende durante horas, con la mayor parte del tiempo dedicado a monotemas y sólo un puñado de personajes, los que se van rotando según esta realidad ficción, ya sea un reality, cotilleos de distintos grosor, amarillismo destilado, o tipos con habilidades para conseguir notoriedad. Todo eso es lo que le funciona de verdad a esta cadena líder que ya no tiene quien le tosa sobre sus ensaladillas. Saben hacer televisión rentable.

La fortaleza de Telecinco, que es la cabeza erguida de Mediaset, no la mella ni los contratiempos abultados que de manera externa la han acechado en este trimestre. La cadena de AR, Piqueras y Jorge Javier (repuesto de la reciente operación, por cierto) ha sufrido la aparatosa cancelación de Pasapalabra vía judicial mientras el tesoro de Gran Hermano ha quedado cuestionado por los presuntos abusos sexuales de hace dos años. Esto viene a tambalear el prestigio publicitario de un espacio que, efectivamente, mantiene la fidelidad y la atracción de una porción jugosa de espectadores veinte años después.

De los dos contratiempos ha salido Telecinco bien airosa en los audímetros, pero otro asunto es cómo afectarán a medio plazo en las cuentas, la credibilidad, el prestigio y el aprecio por la marca de esta cadena que cotiza en el Ibex. Al menos en el caso de Gran Hermano ya no puede volver a ser el mismo programa si pesa un caso pendiente de juicio y una batería de anunciantes con la intención de no regresar. Con los realities Telecinco juega sobre seguro con sus seguidores más entusiastas pero también ha venido jugando constantemente al filo de la navaja cuando el mayor aliciente es saber sobre las inquietudes hormonales de sus habitantes.

Tras ambos conflictos late un halo de crisis mal resueltas, en una empresa donde cualquier rectificación parece costar un riñón de humildad, donde no existen las cinturas y donde cualquier crítica a los errores de los directivos se paga con pena destierro.

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