Los de Vox deben ser entusiastas de las películas del Far West, de las "películas del Oeste" como se decía años atrás, en las que los John Wayne o Gary Cooper de turno tenían que vérselas con adversarios que sacaban la pistola del cinto a la primera de cambio.

El líder de Vox acaba de hacer una propuesta signa del populismo puro y duro, para contentar a los que se quejan, con razón, que a veces la Justicia es más tolerante con el verdugo que con la víctima, y es frecuente que castiguen excesivamente a quien ejerce su derecho a defenderse ante un agresor. Sin embargo, las declaraciones de Santiago Abascal proponiendo que además de reformar la ley para ampliar el concepto de legítima defensa, e se pueda permitir comprar armas a quienes carezcan de antecedentes penales y se encuentren en plenas facultades mentales es una absoluta barbaridad. Demagogia pura y dura, de la peor especie, para atraer el voto de quienes están hartos, con razón -hay que insistir en ello- de los numerosos casos en los que los jueces actúan injustamente según la ley más justa: la del sentido común.

Abascal, que va armado y explica que cuenta con el permiso correspondiente pues lo solicitó cuando era objetivo de ETA, no debe estar al tanto de las muertes y asesinatos de inocentes que ha provocado la permisividad para vender armas casi sin control con el argumento del derecho a defenderse. En Estados Unidos las masacres están a la orden del día.

España es un país serio en el que es impensable que alguien proponga aplicar la ley de la selva. Hay decisiones judiciales que provocan indignación, pero la Justicia funciona, el Estado de Derecho funciona. Se pueden proponer reformas de leyes, endurecerlas, ampliar los casos ante los que se debe actuar con la máxima contundencia. Pero que un partido proponga acceso a las armas para solucionar problemas de seguridad, o quiera ilegalizar el marxismo es, sencillamente, un disparate. Un atentado a la democracia.

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