Análisis

rogelio rodríguez

Incompetencia política y bloqueo institucional

Un Gobierno de PSOE y Podemos condenaría a España a sobrevivir en tierras movedizas

Oportunismo, incapacidad, imprudencia e idiotez son las principales señas de identidad de una caterva de líderes políticos aventureros que despeñan los ideales que, con algunas sombras, alumbraron décadas de paz y mayoritario bienestar en los países de Occidente. La América que emponzoña Donald Trump, la Rusia expansionista de Vladimir Putin, la fantoche figura de Boris Johnson, que ha secuestrado el Parlamento británico en su brutal afán de ruptura con la Unión Europea, la movediza Italia, las dudas que no termina de despejar el presidente francés, Enmanuel Macron, el declive en Alemania del vigoroso liderazgo que durante tantos años ha representado Angela Merkel y el resurgir de populismos y nacionalismos atroces, predicen la llegada de un nuevo huracán de inestabilidad.

España forma parte de la diana. Nuestra situación interna añade toxinas al problema que corroe a las potencias del viejo continente y amenaza la cohesión. Se extiende entre analistas de toda índole la aseveración de que estamos en manos de la clase política más incompetente desde la instauración de la democracia. Lo certifica el persistente bloqueo y deterioro que sufren los tres poderes del Estado. El Gobierno, en funciones y sin capacidad de maniobra, solo maquina tareas electoralistas; el Parlamento, más fragmentado que nunca, es una entelequia, y el Consejo General del Poder Judicial continúa pendiente de renovación. Tanta zozobra institucional propicia que solo retocen con presumible salud los que achacan al sistema males que ellos mismos originan con total alevosía.

Europa, en general, y España, en particular, sufren afecciones cuyo diagnóstico no necesita resonancia magnética: la carencia de liderazgos sólidos y capaces y la abundancia de cabecillas de distinta ralea, encumbrados en el desconcierto, que exhiben propósitos personalistas, partidistas, soberanistas y, en consecuencia, destructivos. La dirigencia evaluable compite en comunicación y marketing, y algunos lo hacen con meritoria pericia, pero en lo demás no hay razón que otorgue a ninguno suficiente fiabilidad para regir el destino de un país cada día más atosigado en todos los sectores, comenzando por el acoso a su unidad territorial.

Y ya no es cuestión de que se celebren o no elecciones en noviembre -las previsiones demoscópicas anuncian un resultado bastante similar al del pasado 28-A-, sino de las capacidades que los distintos contendientes han mostrado desde que el Gobierno de Rajoy cayó víctima de su inmovilidad y de los graves casos de corrupción que atenazaron y atenazan al PP. Resulta, cuando menos, desalentador que el ser o no ser de la legislatura dependa en estos cruciales momentos de un líder errabundo, como es Pedro Sánchez, y de un dirigente montaraz y tan venido a menos como Pablo Iglesias. Así se conforme un Gobierno mediante un acuerdo programático entre PSOE y Unidas Podemos, que no parece, o de coalición, que tampoco parece, España estará condenada a sobrevivir en tierras movedizas. Sánchez e Iglesias se las tienen juradas y, además, dependen del plácet independentista. Y al otro lado la turbulencia no es menor, con el PP en reconstrucción y con Ciudadanos camino de la UCI.

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