Desde finales de la década de los 80 se observa a nivel global una tendencia de inflación a la baja, únicamente interrumpida por algunos episodios de crisis financieras. Entre 2010 y 2019, el promedio de la OCDE se situó en un 1,9% anual, frente a la media de un 2,7% en los 10 años anteriores. Una tasa que cayó a un 1,4% en 2020, en una coyuntura de fuerte contracción de la actividad ante la pandemia.

Este año se proyecta un aumento generalizado de los niveles de precios a medida que se reactivan el consumo privado, las actividades sociales, la producción industrial y el mercado de petróleo. En EEUU, el repunte de inflación contrasta con la mayor estabilidad registrada en la Eurozona y en China. En febrero, su IPC subió un 1,7% anual (vs. 1,3% en enero), en un contexto de mejores perspectivas de crecimiento económico, por los avances en la vacunación y la ampliación de los estímulos fiscales. No obstante, por el momento no se está observando el mismo dinamismo en la inflación subyacente (excluyendo alimentos frescos y energía), estable en torno a un 1,3% anual.

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