Estando el Rey en sus aposentos de El Escorial, un secretario lo sorprende parado frente al ventanuco y con la vista perdida en la lejanía. Preguntado por aquello que busca, el monarca resopla y chasca la lengua: "Estoy intentando distinguir las murallas de Cartagena de Indias. Teniendo en cuenta lo que me han costado, deberían verse desde aquí". Dos siglos después de estas cavilaciones de Felipe II, la ciudad caribeña sigue trayendo de cabeza a la Corona. Allí llega -acarreado a lomos de mula- el oro del Perú, y allí se guarda hasta que embarca rumbo a Nueva España. Los corsarios ingleses y holandeses, que hasta ayer se conformaban con abordar algún que otro navío en aguas abiertas, se acercan cada vez más a la costa y amenazan con sitiar la plaza.

Así comienza Lezo, la novela gráfica que Guillermo Mogorrón, Ángel Miranda y Ramón Vega esperan publicar antes de que termine el año. La trayectoria de Mogorrón (que venía trabajando para Marvel) y la documentación inédita aportada por Vega (comisario del Museo Naval de Madrid) han sido suficientes para convencer a los inversores que a través de la microfinanciación han hecho posible la primera de las dos entregas presupuestadas.

Cuando en 1741 el vicealmirante Vernon inicia el asedio de la bahía de Cartagena de Indias, la defensa se enconmienda a Blas de Lezo. O a lo que queda de él: antes de cumplir los veinticinco años, ya ha perdido en sucesivas batallas una pierna, un brazo y un ojo. No es secreto que su tripulación lo apoda el general Patapalo. Se ha enfrentado a cuanto virrey se le ha puesto por delante. Ha hecho fortuna contrayendo matrimonio con una criolla de familia distinguida. El comercio de esclavos le ha generado una buena suma de capitales que mantiene a salvo en bancos ingleses. Y ahora, con solo seis barcos, va a conseguir rechazar el ataque de las ciento ochenta naves de Vernon. De su participación en el bombardeo de Barcelona en 1714, nada se refiere en el cómic.