Análisis

Antonio Méndez

"Maldita nube"

Llevaba poco más de un año fuera de la dirección y añoraba el momento de la portada

Habíamos quedado a cenar el viernes. Sí, era un ictus, pero también era Frías. Y todavía confiaba en que, como estábamos al inicio de la semana, habría margen para que le dieran al alta y mantener esa cita con nuestras mujeres. La suya, Elena Blanco, la periodista contra la que más competí en mis primeros años en la Ser. Dominaba el urbanismo y me achicharraba a primicias. Ella ha sido la gran heroína de esta historia los últimos cuatro años.

A José Antonio, nunca le llamé viejo, el apodo que le quedó porque en una época usaba esa palabra constantemente durante sus conversaciones, le encantaba descubrir buenos vinos y a precio ajustado. Y a mí me había metido la afición en el cuerpo. Me quedé sin saber el caldo sorpresa que aquella noche pretendía que consumiéramos en un restaurante de Mijas. Llevaba poco más de un año fuera de la dirección y añoraba ese momento de soledad en el que confeccionaba las portadas de su periódico Sur. Nuestras charlas, que iniciamos tarde, pero que se prolongaron regularmente durante varios años, siempre terminaban indefectiblemente en el periodismo. Su pasión. Sin alardes. Con mesura. Sin adjetivos. Como él: inteligente pero, sobre todo, muy divertido.

Ayer, a los alumnos de la facultad les mostré los titulares con que los principales diarios nacionales recogieron en su primera página la tragedia de Mallorca. Algunos denunciaban errores que quizá podrían haberla evitado. Otros auguraban que se repetiría. Es muy poco periodístico. Pero, para este final, sólo podría copiar uno que se limitó a poner: "Maldita nube".

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