Análisis

josé j. arenas

Físico de Sistemas Complejos Asesor del Centro de Ciencia Principia

Nacido el 5 de julio

Ayer fue 4 de julio, fiesta nacional en algún lugar del mundo. Hoy, por tanto, es 5 de julio, pero no se celebra con partidos de béisbol, fuegos artificiales, ni desfiles al aire libre. Y es que cerca de un siglo antes de la independencia de los Estados Unidos en 1776, tuvo lugar una separación mayor que la de las trece colonias de Gran Bretaña; la separación entre la razón y la autoridad.

El 5 de julio de 1687, Isaac Newton (1642-1727) publicó los Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, probablemente el libro de ciencia más grande de la historia. El texto del gran genio inglés ofreció una sólida red física y matemática en que la Naturaleza podía apoyarse. ¿Por qué caen los cuerpos? ¿Por qué la Luna orbita alrededor de la Tierra? ¿Cómo se explica el movimiento? En un contexto en que la autoridad, la religión, la ciencia y la razón se hallaban mezcladas en la misma disolución social, esta obra cumbre de la ciencia estableció un nuevo orden, más limpio, justo, y lógico. Newton enunció las Leyes de la Dinámica, en las que describía que los cuerpos obedecen a fuerzas que provocan su cambio de movimiento, pero también elaboró la conocida como Ley de Gravitación Universal, que articuló el movimiento de los cuerpos celestes. Sin embargo, lo que verdaderamente revolucionó el pensamiento occidental fue establecer que son las mismas leyes y fuerzas naturales las que gobiernan tanto en la Tierra como en el Cielo (el motivo por el que la Luna orbita es el mismo que el de la caída de los cuerpos). El físico inglés elaboró un mundo con causas y efectos nítidos y descritos por la irrefutabilidad de las matemáticas, desplazando así a un segundo plano a la religión y al autoritarismo de algunos frente al poder de la razón y la demostración. Por otra parte, la semilla comenzó a germinar; Émilie du Châtelet (1706-1749) tradujo al francés los Principia de Newton y, gracias a la defensa y propagación de Voltaire de dichas ideas, el pensamiento newtoniano se introdujo en Francia, lo que influyó, incluso, en el desencadenamiento de la Revolución Francesa en 1789. El orden establecido era cuestionable.

El Universo de Isaac Newton era el de un Dios relojero, un Universo con sofisticados mecanismos físicos que se podían predecir con total exactitud si se conocían los parámetros y leyes adecuadas. Todo efecto, además de potencialmente predecible era, a su vez, precedido por una causa definida que se podía describir con el lenguaje de las matemáticas. El Determinismo se abriría paso durante siglos (hasta la llegada de nuevas ideas como el Caos o el desconcertante mundo cuántico), depurando la ciencia de intrusismos, dogmas, e ignorantes peligrosos.

"El determinismo newtoniano ha hecho mucho daño al derecho", decía un amigo fiscal. Siempre me ha resultado inquietante tal afirmación, pero lo que sí suscribo es el epitafio que escribió el poeta Alexander Pope:

"La Naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche;

Dijo Dios 'que sea Newton' y todo se hizo luz".

En la abadía de Westminster (el mismo lugar en que también descansan Stephen Hawking y Charles Darwin) prohibieron estas palabras del poeta inglés.

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