Sorpresivamente, de nuevo Mario Draghi está en el candelero. Lo estuvo durante ocho años, en ese tiempo cuando la política monetaria se volvió tan importante para los españoles que cada día se discutía hasta en los bares sobre la prima de riesgo y nos echaban por la tele, dobladas al español y todo, sus comparecencias tras las reuniones del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Desde que terminó su mandato, a finales de 2019, sólo ha aparecido puntualmente, cuando acudían a él para saber su opinión sobre asuntos de relevancia por su seriedad y la auctoritas que ostenta. Ahora, el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, le ha llamado para que tome el mando de Italia. Si fue capaz de salvar al euro, también será capaz de salvar a su patria.

En esta ocasión se situaría en el lado de los que deciden las ayudas sino del lado de los que las aprovechan. Además, ahora el planteamiento con el que se encuentra es distinto. Él pidió una y otra vez un apoyo fiscal europeo que se aplicara en paralelo al monetario que desde el banco central se proporcionaba. No le hicieron casi ningún caso. Su sucesora, Christine Lagarde, ha tenido mayor éxito en esto. En realidad, ha sido el virus el que ha conseguido que Europa sea más Europa y no sólo una reunión de países europeos. ¡A la fuerza ahorcan! La intensa gravedad del problema, que fuera una causa externa la que provocaba la crisis y que afectara simultáneamente a todos los territorios han conducido a la puesta en marcha de un fabuloso programa de estímulos, que incorpora incluso subvenciones a los países más débiles y afectados, como son los casos de Italia y de España.

Pero no nos engañemos. A eso también se ha llegado porque cuando la pandemia se desató las armas de política monetaria estaban ya muy gastadas. Cuando llegó Mario Draghi al BCE, se aplicaban sólo unos estímulos monetarios "acomodaticios". Él tuvo que abrir la caja y llevar las herramientas tradicionales hasta el extremo y, no siendo aún suficiente, poner otras medidas no convencionales en marcha. Desde entonces, estas últimas se han utilizado tanto y en tal medida que se han normalizado. Draghi bien sabe cómo están protegiendo al Gobierno italiano, manteniendo su prima de riesgo baja, y al igual que se le consulta de asuntos fiscales a un ex inspector de Hacienda, que conoce la ley y sus límites, sabrá hasta qué punto puede tensar esa cuerda sin soliviantar a los socios.

De momento, ha aceptado el encargo con reservas. Primero tiene que explorar si puede formar gobierno. Y no lo va a tener fácil con el Movimiento 5 estrellas (M5S), el partido populista y antisistema, con mayor representación parlamentaria, y con la ultraderechista Liga del Norte. Ambas formaciones han manifestado sus recelos. Si lo consigue, ahora que está al "otro lado", no debería olvidar cuando comience a utilizar los 200.000 millones de euros entre préstamos y subsidios que va a recibir de Europa, que él defendió que las reformas estructurales eran completamente necesarias. Tampoco debe olvidar que, aunque esté ahí el banco central cuidando de la prima de riesgo, es responsabilidad nacional alcanzar la solvencia propia.

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