Análisis

rogelio rodríguez

El PSOE arría la Constitución

El Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos y sus aliados secesionistas y abertzales avanzan sin miramientos en su afán por desmantelar la arquitectura constitucional. Son un grupo diverso y desorganizado, recelan entre ellos, se trampean, incluso se desprecian profundamente, y ocasión habrá de comprobarlo, pero se necesitan porque comparten el mismo fin y han encontrado en Pedro Sánchez el presidente apropiado para arrasar lo que los padres del régimen del 78 construyeron mediante el consenso, el conocimiento, la generosidad y un talento innegable. Un sistema que nos integró en las democracias occidentales y propició, aun con errores y desolación, como la que tantas veces causó el terrorismo de ETA, una intensa era de desarrollo económico, de derechos y libertades, sin parangón en la historia un país que, hasta hace poco, parecía repuesto de su histórica condición trágica.

Son tiempos oscuros, confusos, infectados por distintos virus, en los que obtienen gran respaldo popular aquellos que degradan las instituciones. No sólo aquí. Ahí está el caso del esperpéntico populista Donald Trump que, aunque pierda la Presidencia de los Estados Unidos, ha incrementado su cosecha de votos. Las grandes ideologías de progreso y solidaridad, las que conocíamos y debatíamos, como la socialdemocracia que en España encarnó el PSOE liderado por Felipe González, han sido adulteradas con absoluta impunidad, a lo que coadyuva la actitud indulgente de una sociedad abstraída y convertida en cómplice. ¿Qué, si no, puede decirse de cuantos contemporizan o aceptan amedrentados la aprobación de leyes cargadas de sectarismo, que cercenan la libertad y tratan el castellano como una lengua extranjera, obra de un Gobierno que fundamenta su permanencia en la fractura social?

Del socialismo anterior a la llegada de Zapatero quedan cuatro raspas. Y quizás ni eso. Sólo voces aisladas que, entre cenizas de nostalgia, logran titulares tan gruesos como efímeros, sin músculo para conformar una disidencia que cristalice en una alternativa salvadora del mejor credo socialista. Felipe González, incomprensiblemente flácido en la reivindicación de su legado, Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, Eduardo Madina, Nicolás Redondo Terreros, Francisco Vázquez, José Luis Corcuera, Joaquín Leguina, Jordi Sevilla y algunos más se pronuncian con un lacerante nudo en la garganta y a los todavía barones Fernández Vara, Javier Lambán y García Page los ha enmudecido la pública reprimenda que recibieron de su jefe Pedro Sánchez. Protestan colgados de una brocha.

El PSOE verdadero nunca habría aprobado un genocidio lingüístico como la ley Celaá, ni formaría coalición con los comunistas antisistema de Podemos, ni pactaría la gobernabilidad con los secesionistas de ERC y, mucho menos, con los filoetarras de Bildu. El socialismo ha trocado en sanchismo, un partido descolgado de la Constitución por mor de un líder que pretende amparar su debilidad con las baterías de los enemigos de la España democrática. El sanchismo es el pesebre de una hornada de políticos sin doctrina, en el que pacen políticamente, sin posibilidad ya de exculpación, los que parecían ejercer de contrapeso frente a la restante tropelía gubernamental. Nadia Calviño, Margarita Robles y Fernando Grande Marlaska son también remeros en este barco a la deriva.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios