Aunque en más de una ocasión les he contado curiosidades sobre el argot que se usa a bordo de los barcos, hoy, abundando sobre el tema les reseñaré una expresión muy propia de los remolcadores. Teniendo la misión en puerto de ayudar en las maniobras atraque y desatraque, los remolcadores, además de tirar de los barcos los empujan; una circunstancia esta que me lleva a la expresión que les quiero referir. Y así, cuando un remolcador está apoyado en el buque sobre el que está maniobrando se dice que está pinchado; una acción que le permite aplicar su potencia de empuje para posicionar a los barcos en su correcto lugar de atraque.

Realizando siempre estas actuaciones manteniendo un cabo de remolque, los empujes sobre el buque que se está moviendo requieren de una precisión milimétrica; unos trabajos que puede mantener a los remolcadores pinchados al casco de un barco durante bastantes minutos.

Ante este hecho, y dejando a un lado algunas maniobras interminables que mantienen a los remolcadores pegados durante demasiado tiempo, el estar pinchado, en determinadas ocasiones ha solventado algunas situaciones de emergencia. En octubre de 2006, el buque de crucero Boudicca llegaba a Málaga con un fuerte temporal. Atracado en el pantalán de levante, el viento que le azotaba comenzó a romper los cabos de amarre a tierra, y los remolcadores Diheciseis y Dihecisite tuvieron que pincharse y empujar a este barco de turistas durante varias horas. Unos años más tarde, en concreto en abril de 2009, la fragata inglesa St. Albans F-83, amarrada en el muelle de levante y golpeada por fuertes rachas de viento, demandó de urgencia la presencia del remolcador Diheciocho que, con el añadido del oleaje residual que entraba por la bocana, durante algo más de una hora se pinchó al buque de guerra mientras se reforzaban sus cabos de amarre.

Una acción que se puede ver a diario en aguas malagueñas; una expresión propia de los remolcadores a la que volveré en otra ocasión para contarles la historia de aquel cocinero que, a bordo de su barco, ofreció unas manzanas a la tripulación de unos de los remolcadores mientras, pinchados, esperaban terminar el atraque de aquel buque en el muelle siete.

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