Pocos tipos son tan kamikazes como Gerard Piqué, sabedores de que una palabra suya bastará para salarte. Para echar leña a los fuegos. Por rachas ha parecido incluso comedido o sensato y ha sido justo cuando más caña ha recibido de los detractores. Habrá llegado a la conclusión de que da igual complacer o no a la mayoría. Al final hay que actuar en consecuencia de los principios de cada uno. Y Piqué, con su bronquitis crónica, los tiene a contracorriente.

En su propia aparición (como autoinvitado) en La resistencia de David Broncano en #0 llevaba implícito su mensaje de que está en su momento de hacer lo que le sale de la punta del wakawaka (lo dice de manera más sincera) y que es, en definitiva, lo que ha hecho desde pequeño, fuera de la disciplina del césped. Se lo puede permitir, teniendo además un patrimonio más abultado que el presupuesto del Espanyol (en fin, más de 100 millones de euros), que es la respuesta que llevaba preparada de casa porque forma parte del cuestionario diario.

Además de presumir de pose y parné, con toda la transparencia y vehemencia mostradas, Piqué, en actitud momentazo Kevin Roldán, tendría sus propios intereses promocionales y particulares, mucho más sutiles, para tal desbordamiento de sinceridad. Como poco recordó la revisada Copa Davis, que recae en sus opulentos omóplatos.

Acudir a Broncano es estar presente entre las minorías mayoritarias virales y así aparecer por eco en todos los medios (vaya, incluso en esta columna), desde el soporte de un teórico rincón esquinado. Broncano triunfa y, de paso, jaleó que ha sido renovado por dos temporadas en Movistar+. El futbolista y empresario es todavía uno de esos niños que toca el timbre y sale corriendo, lo que se llama troleo en el mundo virtual. Tenía ganas de un masaje público con ese punto sadomaso que tanto le pone, mientras ajustaba cuentas con españolistas, extremistas, arbeloas y ronceros. Acudir a Broncano, como confesó. es un "puto honor". Y lo demás le suda el wakawaka. Piqué siempre pica alto. Algo trama.

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