Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Programar a golpe de 'flashback'

Al echar un simple vistazo al cartel del Terral de este año, le asalta a uno sin remedio la impresión de un flashback no exento de nostalgia, como si la programación correspondiera a una edición de finales de los 90. En la presentación del triste balance del año pasado, el director del Teatro Cervantes, Juan Antonio Vigar, asumió el reto de volver a convertir el Terral en un festival internacionalmente relevante, y lo ha hecho devolviéndole su vieja gloria, su esplendor perdido, la memoria de algunas noches ciertamente inolvidables. Con la excepción del pianista británico James Rhodes, que volverá a Málaga (ahora sí, en calidad de músico) tras su reciente participación en la Noche de los Libros, los figurones anunciados ayer formaron parte del Terral o de otros eventos veraniegos municipales hace ya demasiado tiempo. Battiato, que esta vez recalará en la Plaza de Toros, estuvo en dos ocasiones en el Cervantes terralero, allá por 1996 y más o menos en 2001, cuando presentó L'Imboscata (escribo de memoria, así que disculpen las imprecisiones). La fecha del último (y maravilloso e imborrable) concierto que ofreció el maliense Salif Keita en el Teatro Cervantes sí resulta más fácil de concretar por una coincidencia trágica: sucedió el 15 de julio de 2000, la noche en que ETA asesinó a José María Martín Carpena, mientras Maná actuaba en la Plaza de Toros. El argelino Rachid Taha ya deleitó al público malagueño por aquellos años con su ejecución del raï más ligada al punk en aquel invento llamado Etnimálaga, en el Peñón del Cuervo. Dulce Pontes ha cantado en el Cervantes dentro y fuera del Terral, y perdonen que no encuentre la referencia por ninguna parte pero apostaría un brazo a que los escoceses de Capercaillie también lo hicieron entre 1998 y 2000. Lo peor de este Terral es tener que constatar que uno se va haciendo viejo.

De modo que sí, el nuevo Terral, aun en su breve formato de sólo ocho conciertos, es el que algunos llevamos décadas esperando. Y corresponde alegrarse y felicitar a Vigar y su equipo por ello. Sólo la posibilidad de reencontrarse aquí con Battiato, ídolo necesario de la música europea que en los últimos años ha alumbrado discos fabulosos como Inneres Auge y Apriti Sesamo, aunque sea en el dudoso emplazamiento de la Plaza de Toros, merece la entrega de todas las cucharas. Cabe esperar que el Terral de 2017 sea el primer episodio de otra historia: la que, tal vez, haga de Málaga en un futuro próximo la sede de un verdadero festival de verano en virtud de esta filosofía, con más sedes, más artistas y más conciertos; y la que convierta a la ciudad en crisol que permita conocer de primera mano las tendencias contemporáneas de diversas latitudes, con músicos, sin que dejen de venir los maestros (no, por Dios), de una media de edad inferior. Todo se andará. Aquí se promete, por fin, un ramillete de buenos conciertos en la capital, con música de verdad y creadores emocionantes. Ya iba siendo hora. No se los pierdan.

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