Cuando se debate sobre la pertinencia de que las series televisivas sean acogidas en los festivales de cine (Berlín, Venecia y ahora Cannes polemizan al respecto) mi posición es clara: una parte de la ficción televisiva que se realiza en la actualidad es auténtico caviar audiovisual; bien está que su puesta de largo tenga lugar precisamente en los mejores escaparates para lucir estos productos, que no son otros que los festivales más mediáticos.

En el caso español contamos con varios ejemplos, casi todos de la mano de la poderosa Movistar+, que ha traído la revolución. El primer evento que se atrevió a anunciar que incluiría una serie en su sección oficial fue San Sebastián 2017, que estrenó La peste, de Alberto Rodríguez. Y programó Vergüenza en Zabaltegi. Después Sitges hizo lo propio con La zona de Jorge Sánchez-Cabezudo. Aunque sorprendentemente la Seminci de Valladolid no acogió ninguna. Y eso que fue en aquel certamen castellano donde se ubicó durante más de una década la sección La serie del año, en la que TVE, la única cadena de la época, presentaba sus grandes joyas.

Ahora Málaga nos ha brindado la posibilidad de ver Matar al padre, de Mar Coll. Palabras mayores. Con Gonzalo de Castro y Paulina García (aquella Gloria de Sebastián Lelio que cantando Aguas de marzo de Jobim nos bañó los ojos en lágrimas; claro, ahora Lelio ya tiene un Oscar en casa). No es momento de establecer odiosas comparaciones. Pero qué duda cabe que en algunas ficciones televisivas hay más cine dentro del que acogen algunas películas distribuidas en pantalla grande. Cesc Gay y su guionista de cabecera Tomás Aragay nos lo acaban de demostrar con Félix. Enrique Urbizu está en lista de espera. ¿Apostamos a que la premiére de Gigantes será en un festival y en una pantalla gigante?

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