El viernes 2 de marzo de 2001, dos grúas del puerto se cayeron al agua. Este grave suceso que ya forma parte de la historia, hoy, muchos años después del incidente, aún sigue generando algunas incógnitas. Aquel día, una jornada ventosa con fuertes rachas de Poniente, las cuatro grúas que operaban en el muelle número siete se encontraban agrupadas en la confluencia de este atraque con el espigón pesquero Norte. A primeras horas de la tarde, las ráfagas de viento arreciaron, y las grúas comenzaron a moverse por sus raíles. Golpeándose las unas contra las otras, el efecto dominó desplazó a dos de ellas hasta el final del muelle siete, lugar donde las grúas B1 y B2 cayeron al agua tras impactar contra el tope situado en el extremo de las vías.

Activadas todas las alertas, el lugar del accidente fue rápidamente acotado y balizado. Con uno de los brazos de las grúas sumergidas sobresaliendo sobre la superficie del agua, el muelle número siete se cerró al tráfico mientras diversos buzos comenzaron a inspeccionar la zona. Verificado el hecho de que el canal que da acceso a las dársenas interiores no estaba afectado por el hundimiento; una circunstancia que hubiera paralizado totalmente la navegación por el puerto, se iniciaron las labores para sacar las grúas. Ante la imposibilidad de que se pudieran elevar en su totalidad, la B1 y la B2 tuvieron que ser troceadas; unas labores que requirieron de una serie de trabajos subacuáticos.

Izadas con la ayuda de dos potentes grúas móviles, la operativa se prolongó algo menos de dos semanas; tiempo tras el cual el muelle siete volvió a estar activo. Una historia portuaria que mantiene la incógnita de cómo la B1 y la B2 se fueron al agua.

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