Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

La buena, la fea y la mala

Fabio Panetta, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, en su último discurso distingue tres tipos de inflación. Las denomina la "buena", la "fea" y la "mala", haciendo recordar el título de una de las historias más épicas del spaghetti western. La "buena" -que nunca lo es, pero al menos se mantiene bajo la norma del 2%- es la derivada de una economía saludable. La "mala" es despiadada cuando se presenta, como cuando choques negativos de oferta elevan los precios y deprimen la actividad económica. La "fea" surge cuando la inflación está por encima de la meta, independientemente de qué la haya impulsado, y se caracteriza por su maldad persistente, entrando en una espiral de precios y salarios difícil de contener. ¿En qué situación estamos?

Según Panetta, la inflación actual -el IAPC aumentó un 4,1% en octubre- es en un 80% "mala". Se debe a las perturbaciones que se está produciendo a nivel mundial por el lado de la oferta, y que especialmente están afectando a la eurozona porque somos importadores netos de energía y de materias primas. Además, como los precios se están elevando, actúan como un "impuesto" al consumo y un freno a la producción, generando efectos similares a un shock adverso de la demanda.

El quid de la cuestión es la duración de estos desequilibrios. Porque la "cosa" puede evolucionar adversamente en dos caminos. El primero, que esta inflación "mala" se convierta en "fea", al contagiarse los salarios. Panetta cree que no es fácil que esto suceda porque hay mucha holgura en el mercado laboral, no se aprecian desajustes entre oferta y demanda de empleos y los aumentos salariales están siendo moderados.

La otra evolución adversa es que afecte al crecimiento económico. Los cuellos de botella y los precios de las materias primas y de la energía pueden dañar a las empresas y a la inversión, y al mismo tiempo, al reducirse la renta disponible de la población, que baje la demanda. Además, no hay que obviar que la pandemia vuelve a recrudecerse y afectará a la actividad económica y a la confianza del consumidor.

Si el primer riesgo se materializara, el BCE tendría que actuar endureciendo la política monetaria; si es el segundo el que se impone, lo que paliaría la conversión de inflación mala a fea, tendría incluso que ampliar sus estímulos monetarios. Y Panetta se decanta porque el peligro fundamental es que la recuperación se debilite. Y por eso defiende que el BCE esté siendo paciente.

Pero en ese monetary western que el BCE está rodando hay más planos de fondo yuxtapuestos. Lleva a la duda si esa postura -que eleva el crecimiento económico a su objetivo prioritario, cuando debería ser asunto de otros- es voluntariosa, al encontrarse sumamente condicionado: es escaso su margen para endurecer su política monetaria sin hacer insostenibles los costes financieros de los miembros más endeudados, como Italia o España, y sin producir turbulencias en los mercados financieros. Ojalá que la inflación "buena" salga ganando, como Clint Eastwood, y que el BCE no tenga que lamentar en el futuro que no hizo caso a una de las tantas frases memorables de la película mejor dirigida de la historia: "Cuando tengas que disparar, ¡dispara! ¡No hables!".

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