Análisis

rogelio rodríguez

El 28-A se celebrará a oscuras y con miedo

Decía Mario Cuomo que "se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa". O en arameo

El tren de las elecciones generales avanza inexorable hacia la estación terminal del 28-A. Contaba Charles Bukowski que un día conoció en el tren a un genio de seis años. Iba sentado junto a él y se dirigían a una ciudad en la costa. Cuando divisaron el océano, Bukowski le preguntó si le parecía hermoso, a lo que el niño, impresionado, respondió que no. El célebre escritor estadounidense confesó después que fue la primera vez que se percató de ello. Y es que, a veces, la inmensidad produce incertidumbre y la incertidumbre abre las ventanas del miedo, y el miedo oscurece lo bello.

Algo similar ocurre ante la perspectiva de la próxima gran cita electoral. La grandeza de participar en el acto supremo de la democracia sumerge hoy al votante racional en la oscuridad que ofrecen las distintas opciones -unas más que otras- y en la posible complicidad en un resultado que arroje daños impredecibles. Si una parte del electorado comienza a ver las urnas como el niño de Bukowski veía el océano, existe otra que acudirá a ellas con ánimo de venganza. Los autócratas se envalentonan en el desbarajuste.

Y lo grave no es que los votantes se olviden pronto de lo que un político promete, sino de lo que hizo o dejó de hacer. Viernes tras viernes, el Gobierno de Pedro Sánchez ignora que España cabalga sobre el déficit más alto de Europa e hipoteca las cuentas del Estado con decretos leyes de graciosa generosidad para granjearse el favor de la masa de electores olvidadizos y más afectados por la crisis.

La anemia económica e institucional del Estado es culpa, sobre todo, de los que utilizan el poder en beneficio propio y, además, callan frente a los abusos y ofensas de los enemigos de la democracia. Los radicales han cogido aire. A Vox, encarnación del populismo de extrema derecha, se le atribuyen más de 30 diputados. Y a los podemitas de Pablo Iglesias, aun en su persistente decadencia, la consecución de un grupo parlamentario que podría permitirles un remedo de la esperpéntica rueda de prensa de 2016, cuando se asignaron distintos ministerios. Harto improbable, pero...

Pero los vientos más huracanados proceden de Cataluña. Y aunque varios de los líderes independentistas estén en el banquillo del Supremo y sus partidos acudan enfrentados a los comicios, el secesionismo aumenta sus bastardas exigencias. La posibilidad de que Pedro Sánchez vuelva a necesitarlos para mantenerse en La Moncloa llena las cartucheras de la tropa que encabeza el valido Torra.

Nada es descartable. Tampoco que Ciudadanos y PP corrijan muchos de los compromisos que ahora proclaman con tanta bulla. ¿Con qué razón moral y política mantendría Albert Rivera su absoluto rechazo a negociar con el PSOE si Ciudadanos es la única alternativa para evitar que el Gobierno sea otra vez reo de los nacionalismos?

Decía Mario Cuomo, ex gobernador de Nueva York por el Partido Demócrata, que "se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa". O en arameo.

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