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La organización terrorista ETA (con credenciales criminales de 850 muertos en 42 años) lleva disuelta más de una década. Perdió la batalla contra el Estado democrático español. Pero quedan las cenizas que administra con oportunista crueldad la organización Bildu dirigida por Arnaldo Otegui. Presentar a ex presos convictos de asesinato a los ayuntamientos puede ser legal, porque prescribió la inhabilitación política de sus condenas; pero, como dijo Pedro Sánchez en el jardín de la Casa Blanca el viernes pasado, “aunque sea legal, no es decente”.
Vaya mala suerte que tiene el presidente. Llega a las elecciones con el empleo batiendo récords en abril, con 20,6 millones de ocupados. El Banco de España, que siempre tira a la baja cuando hay gobierno progresista, admite ahora que revisa al alza el crecimiento previsto porque la economía se comporta mejor. España recibe menos turistas que en 2019, antes de la pandemia, pero gastan más, lo que sin duda es preferible. A Pedro Sánchez lo recibe Joe Biden en Washington el día que empieza la campaña y lo trata como a un líder europeo, no solo español. Todo bien (salvo la sequía que asola los campos de cultivo) cuando aparecen más de 40 etarras como candidatos en pueblos en los que causaron estragos. Ellos mismos, no otros de su banda.
La reacción ha sido de rechazo total, aunque tanto les da porque viven en su burbuja. Repulsa en la derecha, los socialistas y los integrantes del Partido Nacionalista Vasco que temen necesitar algunos de esos concejales para conformar gobiernos municipales. Para el Partido Popular ha sido un regalo inesperado, añadido al regalazo de la división de la izquierda (el pleito entre Pablo Iglesias y Yolanda Díaz) que incrementa las opciones de que Núñez Feijóo alcance la Presidencia.
Han sido las asociaciones de familiares de víctimas del terrorismo las que, después de deplorar la ofensa que suponen esas candidaturas, ha pedido a la derecha, populares y Vox, que no lo utilicen en campaña electoral. Maixabel Lasa, viuda del socialista Juan Mari Jáuregui, gobernador de Guipúzcoa asesinado por ETA, ha afirmado que “el PP sigue usando el terrorismo, como si lo echara en falta”.
Con esa perturbación inesperada, la campaña sigue encendida con batallas pueblo a pueblo. Por ejemplo, en Camporrells (Huesca) con 139 habitantes censados se presentan candidaturas de cuatro partidos, a saber, PSOE, Chunta Aragonesista, PP y Vox. En la dialéctica se ha ido formando una confrontación de dos pisos. En la planta baja, cuestiones locales; y en la azotea, la pelea nacional que animan los líderes que identifican estas importantes elecciones como primarias de las legislativas de fin de año con la Presidencia en juego. Total, un año de campaña.
Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza y algo menos Madrid, las cinco grandes capitales del país, tienen incógnitas abiertas. La vivienda, el tráfico y la contaminación son las estrellas del debate. Se habla mucho de jóvenes, pero poco de mayores. Carlos Sanjuán, el médico que emprendió y ganó en solitario la batalla contra los bancos con aquel exitoso lema de Soy mayor pero no idiota, reclama respeto y prudencia en las aceras. Los municipios que fomentan soluciones al transporte como la bicicleta o el patinete quedaron muy bien con los jóvenes pero se olvidaron de los mayores, que son un tercio de la población. “Hay accidentes mortales y muchas roturas de cadera y siempre de personas con edad”, denuncia el doctor Sanjuán en el Encuentro Economía Senior. Tomen nota los electos.
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