El día a día en los muelles malagueños, además de los asuntos estrictamente portuarios, genera una serie de situaciones que nada tienen que ver con el mundo de la mar y los barcos. Con esta realidad que dibujaría lo que muy bien podríamos denominar como "las otras historias portuarias", hoy les narraré una curiosa; un hecho ocurrido hace apenas un par de semanas. Y como la historia va de perros, permítanme que recuerde a mi buen amigo Jesús, un técnico del puerto de Málaga que, recuperado del virus y aún con secuelas, participa de la cualidad de ser un gran amante de los canes.

En la mañana del martes 13 de abril, un día no muy adecuado para los supersticiosos, un policía portuario descubría a un perro en unas circunstancias muy especiales. Atrapado en un reducido espacio entre dos vallas (entre ellas corre la gran puerta móvil que da acceso al muelle de levante), se encontraba un galgo de color canela. Con el añadido de que el espacio en el que se encontraba se veía reducido al accionar la apertura de la puerta, los intentos del policía portuario por atraer hacia él al tembloroso animal se hicieron infructuosos. Tras ofrecerle agua a la que no acudió, una llamada al centro de control del puerto activó el protocolo para su rescate. Transcurridos algo menos de 30 minutos desde el aviso, y ya con tres policías presentes, un furgón del servicio de recogida del Centro Zoosanitario municipal llegó al muelle de levante. Con la duda de cómo se había podido meter el galgo en aquel lugar, los laceros rescatadores: Juan y Manolo, tras verificar que el perro tenía chip, comenzaron a estudiar la forma de extraerlo. Sin posibilidades de que saliera por donde en teoría había entrado, su nerviosismo tampoco ayudaba nada, la única opción factible pasaba por ser izado; una maniobra que al instante comenzó a ejecutarse. Posicionado el furgón junto a la valla y con el perro laceado entre sus patas traseras y delanteras, uno de los operarios, subido al techo del vehículo lo levantó, y finalmente el asustado galgo quedó liberado.

Una historia, como otras muchas que a diario se viven el puerto de Málaga y que nada tienen que ver con barcos, mercancías o pasajeros.

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