Análisis

PANDEMIA Manuel barea 39

La "ideología apocalíptica"

Fernando Arrabal ha muerto? Es que no estoy seguro. De manera que tecleo en Google su nombre. No, no ha muerto, tiene 87 años. Con algunos famosos me pasa eso, tengo esa duda, y en la redacción me veo obligado a preguntar. Algunos se extrañan, suelen ser los que están al tanto de quién la ha diñado y quién no y no les cuadra que haya en un periódico alguien con semejante desconocimiento sobre la muerte de las celebridades y tenga que cerciorarse. Así que, como estos días no piso la redacción, se lo pregunto a Google, que responde raudo y sin extrañeza ni reprobación a través de Wikipedia, a la que sólo le falta decir "para eso estamos". No es cuestión de organizar una videoconferencia para preguntarle a mis compañeros.

¿Por qué me acuerdo de Arrabal? Por su desopilante intervención en el programa El mundo por montera que conducía Fernando Sánchez-Dragó en aquellas noches de finales de los ochenta, cuando se fumaba en televisión y todos éramos otros. Arrabal, cocido con el chinchón en el que maceró unas pirulas prescritas por su médico, habló -es un decir- de la "ideología apocalíptica" y tostó a Campillo, paciente tertuliano -como el resto, desde luego- con el advenimiento del milenarismo (a veces el "mineralismooo").

La "ideología apocalíptica" tiene estos días sus adeptos. Pero la "ideología apocalíptica", o se defiende con una moña como la de Abascal o mejor se deja para otro momento. O para nunca. De ideólogos apocalípticos vamos este mes, parte del anterior y probablemente muchos de los que quedan por delante, sobrados. En realidad no van a desaparecer jamás. Ya no cuentan como antes sólo con tribunas y púlpitos, ahora disponen también de artefactos con un poder multiplicador para su mensaje y desde ellos atizan el fuego en el que vamos a carbonizarnos todos. Que la vida no tiene arreglo es archisabido desde que ponemos los pies en este mundo, así que es del género tonto ponerse como un poseso de la Verdad Suprema y dedicar toda la energía a hornear a los semejantes con la que se nos viene encima (si es que no se nos ha venido ya). Tanta iracundia acaba en úlcera, y ésta provoca una halitosis contra la que no hay mascarilla que valga. Estos sacristanes de las tinieblas expelen un mal aliento que se expande igual que cualquier otro virus. Amedrentan con su contagio a los más débiles y miedosos con un objetivo: hacerlos peligrosos acólitos de su "ideología apocalíptica".

La pandemia le ha venido al pelo a los gurús de esta secta del desastre y la desolación, que por supuesto siempre tienen muy clara la dirección en la que señalar para mostrar a los culpables. Jamás han necesitado pruebas para sus pronósticos y designios. Y todavía hay quien duda, oyendo a estos profetas sulfurosos, de que hay momentos en que quizá no sea lo mejor pero sí lo más conveniente ver y decir las cosas al estilo Arrabal. Así sí soporta uno la "ideología apocalíptica". Y todas las demás.

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