Análisis

Tacho Rufino

Y esto... ¿quién lo paga?

Sánchez visitará La Haya y Estocolmo: sorprende cómo se mete en el mismo saco un crédito y una ayuda a fondo perdidoAntes de final de julio, España debe saber quién pone los formidables dineros necesarios

De manera similar a la cantidad de personas de mi generación que aseguran que el primer coche de su pueblo o su barrio fue "el de mi abuelo", haber importado de Cuba el dicho "por el dinero no te preocupes, que dinero no hay" es mi gran orgullo innovador en las cosas del habla popular (importar el primero es innovar). Con la repentina necesidad de fondos del país, he evocado esa frase que me brindó el conductor del faster (bicitaxi) Lázaro Eduardo, guajiro emigrado a La Habana y casado con la hija de un futbolista del Betis de tiempos de la II República, que haciendo honor a su apellido -Rojo- se exilió en Cuba en la Guerra Civil, y allí cortó con entusiasmo caña de azúcar para la Revolución, hasta que acabó desilusionado y lampando por la comida diaria. Eduardo fue balsero del aire, y tras volar con Iberia y coger un autobús a provincias se plantó en mi casa un día de lluvia infernal, sin previo aviso, con su mujer y un cuñado de dos metros y una pata del número 48. Eduardo era un gran teórico de la gestión financiera de batalla, con una capacidad asombrosa de sobrevivir con poco dinero y mucha dignidad, aparte de una aversión visceral a endeudarse. Por el dinero no te preocupes, que dinero no hay: o sea, tampoco se pide. Acabó prosperando, y ya está decentemente endeudado en Edimburgo.

Se me ha venido esta odisea menor a la cabeza por una odisea mayor en la que la protagonista es la España post Covid-19: la de pagar todo el fenomenal gasto extra provocado por la pandemia y la alarma sanitaria y también, de la mano, las ingentes necesidades de fondos públicos para apuntalar o reanimar a sectores mal heridos por la parálisis económica, y por supuesto para evitar el estallido social con un gasto público no presupuestado en ERTE, renta mínima y otras formas de cobertura estatal: miles de millones de euros imprevistos. Como dice el dicho aún en boga, "pa habernos matao". Que con bastante probabilidad es lo que hubiera pasado si no perteneciéramos a la Unión Europea: matarnos durante una interminable noche de penuria, devaluación brutal de salarios, quizá bancarrota y salvamento por parte de acerados prestamistas y árbitros exteriores, convertidos en los nuevos dueños del país. Ahora bien, la UE, y en particular el calvinismo neerlandés, tan orgulloso de su delicioso paraíso (fiscal) arrebatado al mar, se va a marcar lo que propongo denominar "un Pla". Recuerden la frase de un alucinado Josep Pla al llegar a Nueva York y ver tanta opulencia y enormidad: "Y esto… ¿quién lo paga?".

Tomemos nota: lo que para salvarnos se había prometido conseguir, con solemnidad y cierto providencialismo presidencial, y se pedirá prestado con urgencia deberá ser obtenido en algún sitio -banca, CE, FMI, BM-, y lo normal sería que después deba ser religiosamente devuelto; pagar, antes de plantearse inversión, innovación ni gaitas. Llama sobre todo la atención cómo se habla, incluidos los economistas, de préstamos y ayudas a fondo perdido como si fueran la misma cosa, o mejor dicho, metiéndolas en el mismo saco, siendo formas de salvamento financiero tan distintas como lo son el tocino y la velocidad. El crédito que no es para invertir ni fomentar es tocino, grasa pura; la ayuda a fondo perdido es pura velocidad. Y en ese juego nos va la vida inmediata: esto, o lo pagamos nosotros, o lo paga la UE (que somos también nosotros en parte, pero sólo parte, y más ben parte receptora). Las próximas visitas de Sánchez a La Haya y Estocolmo -los siesos del norte- pondrán a prueba la capacidad de negociación de nuestro presidente… la de verdadero estadista, y no la de intercambiar estampitas con una constelación heterogénea de partidos para llegar y permanecer en Moncloa, que en eso es un hacha. Le deseamos lo mejor. Por nuestro propio bien.

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