Seguro que muchos de ustedes recuerdan la película "La Ley del Silencio". Protagonizada por Marlon Brando, aquella oscarizada cinta narraba una dramática historia centrada en la vida de los estibadores del puerto de Nueva York. En muchos momentos de esta película, especialmente en los que se aprecia la labor de estos trabajadores, se pueden ver los ganchos que estos estibadores usaban sus tareas diarias en la carga y descarga de barcos.

Estos garfios, que con variaciones se usaban en todos los puertos del mundo, eran unas herramientas manuales compuestas por un mango, que solía ser de madera, unido a un gancho metálico con el que se trabajaba sobre cargas en movimiento.

Y aunque este instrumento se convirtió en el emblema internacional de los estibadores, en el puerto malagueño, en las no demasiadas reseñas que se encuentran al respecto de estos trabajadores en diferentes documentos, pocas veces se habla de estos garfios.

Y si bien los ganchos también debieron ser usados por estos lares, los trabajadores dedicados a la carga y descarga de barcos en Málaga sí que emplearon una herramienta similar; una variante que aparece descrita en algunas reseñas y que aquí se denominó como la pértiga.

Construida con madera y metal, la pértiga era una vara de entre dos y tres metros que en sus extremos llevaba unos elementos que facilitaban los trabajos a distancia de los cargadores y descargadores malacitanos. Aquella herramienta, en una de sus puntas llevaba anclado un gancho; un garfio de mayores dimensiones a los que se usaban de forma manual. En su extremo opuesto, la pértiga mostraba un tope; una plancha metálica que estaba encajada perpendicularmente a la vara en forma de T.

Con este instrumento, los estibadores malagueños podían dirigir a distancia las mercancías que colgadas salían o entraban de las bodegas de los barcos, amén de empujar cajas, toneles o sacos que se apilaban a diversas alturas. Una curiosa y nada conocida herramienta portuaria que muy probablemente derivó de las varas que en el siglo XVII usaban en los muelles malagueños los Palanquines; unos trabajadores de los que ya les hablé y que empleaban un largo palo para, haciendo palanca, mover las mercancías.

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