Ayer se conmemoró el 275 aniversario del nacimiento de Francisco de Goya, que plasmó la esencia patria en un lienzo en el que priman la sombra y la distorsión, un óleo que parece una simple riña entre dos campesinos peleando, alzando los garrotes para golpearse, en medio del monte y enterrados en barro casi hasta las rodillas, aunque muchos expertos coinciden en que lo que realmente quería transmitir el genio de Fuendetodos era ese incombustible afán por la lucha fratricida que ilumina este país.

Tan acostumbrados estamos a la pelea, a la pueril dicotomía del o conmigo o contra mí, a las opiniones tajantes (la sutileza no vende, el argumentario de cualquier partido bendice el innoble arte de eviscerar y desdeña el razonamiento), al juicio de bulto (es vergonzoso el bombardeo que un canal privado de televisión está dando a las miserias de la hija de una folclórica a la que trata de erigir en símbolo de la lucha contra el maltrato machista, haciendo justicia desde un plató en un juego en el que están cayendo hasta ministras), a las incoherencias (el problema de Pablo iglesias e Irene Montero no es que su patrimonio se haya multiplicado con su entrada en la alta política, sino el dramático contraste entre sus dichos -de antaño- y sus hechos), a la desvergonzada corrupción (es patético ver a toda la antigua plana mayor de uno de los partidos más importantes del país negando hasta evidencias ya tasadas en sentencias judiciales), que ya ni siquiera nos sorprende que un garroteado como Ciudadanos en Madrid, al que la presidenta regional ha echado a patadas para convocar unas elecciones preventivas, le haga ojitos a su maltratadora. Isabel Díaz Ayuso es de esas personas que en última y hasta primera instancia sólo se llevan bien con ellas mismas. Para la historia quedará su política de puertas abiertas para congraciarse con los hosteleros, que posiblemente la voten en masa el 4 de mayo. Y su visión de la jugada: los pelotones de turistas vienen a la capital a ver museos, no de fiesta. Es su estrategia y el tiempo la pondrá (como a todos) en su sitio. ¿A todos? En Murcia los tres tránsfugas naranjas ocupan una consejería tras llevárselos el PP al huerto. La vida. Lo incomprensible es que te humillen y te echen a garrotazos y ahora pongas la otra mejilla en Madrid...

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